En la vida diaria, la libertad se
tiene más como una aspiración que como una realidad posible. Esta falsa
creencia hace que la conducta de los individuos siempre esté minada de trampas,
que no pocas veces se enmascaran en la necesidad, que coartan la libertad misma
y perpetúan la esclavitud.
Así está, por ejemplo, el trabajador que no apoya
una huelga en defensa de sus derechos con el pretexto de que tiene hijos que
mantener; el escritor que se somete a las líneas editoriales y rinde culto al
argumento y a la trama para obtener las regalías de su publicación, premio o
consideración mediática renunciando a sus ideas acerca de la escritura, o los
gobiernos que cierran ambulatorios en pequeños pueblos porque no son rentables.
Toda relación – laboral
[trabajador-patrón], literaria [escritor-lector], etc.- exige un compromiso ético
con el otro cuya cláusula fundamental para su extinción es la libertad y no la necesidad. De este modo, los patronos no pueden pretextar salvar su
empresa y salvarse ellos, sin contar con sus trabajadores y prescindiendo de ellos, de cuya plusvalía han
vivido y hasta se han enriquecido sin hacerles partícipes de sus beneficios; los
gobiernos no pueden abandonar a los ciudadanos para salvar a la economía o los
escritores traicionar al lector y a sus principios estéticos, para ganar dinero
o fama. Salvarse por su lado en nombre de la necesidad sin contar con el otro es, en definitiva, un gesto egoísta y censurable.
Quiero decir, que la necesidad como fundamento de una acción o decisión que afecta a la vida de las partes comprometidas en un vínculo no es
sino una trampa más que conduce a los individuos y a los pueblos al fracaso,
no así la apelación a la libertad, la cual al tener una vía de doble sentido, desdeña traiciones, engaños, corrupciones,
ambiciones, egoísmos, etc., y a la vez exige coraje, valentía, generosidad, capacidad de renuncia y fuertes convicciones éticas para
dar coherencia, sentido y, consecuentemente, felicidad a la vida de las
personas. Quiero decir que tanto la fundación del vínculo como su extinción son actos que nacen de la libre voluntad de sus actores. Todo esto también cabe para las relaciones interpersonales, de amistad, de pareja, porque
todo, absolutamente todo, contribuye a lograr la dicha o la miseria de la sociedad y de cada una de las personas.