jueves, 26 de noviembre de 2009

LA CONJURA DE LOS NECIOS (I)

Como intuyó el malogrado Kennedy O'Toole, parecería que la sociedad y nuestras vidas son fruto de una conjura de necios. El discurso ético que debería orientar a los ciudadanos es corrompido por agentes de la estupidez, la soberbia y la ignorancia barriobajera o el lirismo de bar aupados al gran púlpito. Todos ellos forman parte de esa banda cuya función es neutralizar los mecanismos de la imaginación y vaciar los cerebros de todo pensamiento más o menos racional. Unos, infradotados para la tarea que los necios les han encomendados, piden «que la chupen», y otros, canallas de profesión, se jactan de no vivir de los derechos de autor y abogan por una cultura «popular gratuita» con el aplauso de eso que ellos llaman «pueblo». Pero éste no es -o al menos no lo es en su totalidad- la masa malipulable e ignorante utilizada como arma arrojadiza por el poder, sino el conjunto de los grupos sociales que trabajan y piensan por el progreso y el bienestar de la comunidad.
En este estado de cosas, se observa, entre otras graves falencias, el deterioro de la cultura como acervo de conocimiento en favor del producto y, dentro de este contexto, la consideración del escritor y del traductor como trabajador de tercera clase. Es decir, los únicos para quienes se impone la falacia de la gratuidad de la cultura, mientras grandes empresas controlan el gran negocio editorial. Tampoco los gobiernos son ajenos al menoscabo de los artistas, poetas, escritores, traductores. Según informa CEDRO, este año repartirá menos de 500.000 euros entre casi 22.000 escritores y traductores por la recaudación en las bibliotecas por el préstamo de libros correspondientes a los años 2007 y 2008. Sólo el Ministerio de Cultura, el gobierno de Navarra y de las comunidades autónomas de Madrid, Murcia y Aragón han pagado unas sumas exiguas. ¿Es este el modo como la moderna España de las autonomías respeta a sus creadores? La respuesta, vergonzosa, es sí, porque el discurso de los necios desde el púlpito y las instituciones ha calado en la masa social, que exige cultura gratuita porque es un derecho y olvida que también lo es la vivienda y, sin embargo, no ha dudado en pedir una hipoteca para alimentar el boom y la corrupción inmobiliarias.

viernes, 13 de noviembre de 2009

LOS BANCOS, LAS CAJAS Y SUS ABUSOS

Si Marx (Groucho) levantara la cabeza comprobaría que el galimatías de su célebre contrato ya no es una de sus bromas disparatadas. Los contratos de bancos y cajas han perfeccionado su invento para abusar de un modo más eficaz de sus clientes e impositores. Aparte de las condiciones draconianas que imponen en todas las operaciones, especialmente con los clientes de recursos menores, cobrando comisiones abusivas hasta para cobrar un cheque o tener una cuenta corriente, ahora han llegado al extremo de aprovecharse de la crisis para engrosar sus ¿alicaídas? arcas.
Muchas son las personas que, por ejemplo, no obstante el descenso de los intereses en las hipotecas no ven reflejadas en sus cuotas la pertinente reducción. Son varias las explicaciones que tanto bancos como cajas dan para justificar el mantenimiento de los altos tipos de interés, sin que el cliente -en general ignorante en la materia- pueda contra argumentar. Los bancos, o las cajas que se comportan como bancos, rizan el rizo mostrando una "gran comprensión" por la situación de sus clientes y les ofrecen alternativas aparentemente beneficiosas, pero que acaban siendo una verdadera estafa. Un tocomocho bien empaquetado, que suele quedar expuesto cuando se cancela la hipoteca o el mencionado "producto".
Los abusos han llegado a tal punto, que se hace necesario que el Estado vuelva a disponer de la banca que "perdió" durante la fiebre privatizadora o se planteara un paquete de leyes que garantizara los intereses de los clientes y obligara a la banca privada a una conducta más clara y ética con sus clientes.

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

El confinamiento obligado por la pandemia que azota al mundo obliga más que nunca a apelar a la responsabilidad. Los medios de comunicación...