viernes, 30 de diciembre de 2011

LOS DERECHOS DE AUTOR EN EL «NUEVO MUNDO»

Los conceptos de propiedad intelectual y de derechos de autor vienen siendo cuestionados con el pretexto de la libertad de acceso y disposición de los contenidos que, supuestamente, concede Internet. Para muchos internautas la red no es un mero soporte tecnológico sino el principal «paradigma» de un idílico «nuevo mundo», que representa la panacea de la gratuidad y la felicidad futuras.

La vertiginosa irrupción de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana ha suscitado no pocos trastornos adaptativos y de percepción de la realidad en la sociedad. Esto ha dado lugar a que muchos consideren, por ejemplo, a internet como la panacea del conocimiento porque a través de la red puede consultar la localización de un país del que unos segundos antes no tenían noticias de su existencia o acceder a la información básica de cualquier disciplina científica o género artístico con solo pulsar un botón de su ordenador. La simplicidad de este gesto les ha hecho pensar por un lado de que "ya saben" la materia y por otro a confundir la "facilidad de acceso a la red" con "libertad concedida por la red". De esta confusión surge la exigencia al derecho a la gratuidad de todos los contenidos. 
Pero estos internautas ignoran [en realidad todo se reduce a la ignorancia] de que el soporte de papel ya brinda esa gratuidad para los contenidos que, según los plazos establecidos por la ley, se consideran de "dominio público". Ignoran de que el cambio de soporte no significa cambio de sistema económico y que hasta el día de hoy el sistema que rige todo el planeta es el capitalista. Por lo tanto, no puede ignorarse, que los bienes artísticos y culturales también son susceptibles de la compra-venta, pues los creadores son propietarios intelectuales de sus obras y, por tanto, acreedores de los derechos de autor que ellas generan. Y esto será así hasta que el capitalismo no sea abolido y sustituido por un sistema que aún permanece en la utopía.
Lo que algunos llaman ingenuamente «nuevo mundo» regido por también nuevos paradigmas probablemente estén hablando de lo que algunos sociólogos -Peter Drucker, Daniel Bell, Alvin Toffler, André Gortz, etc.- llaman «sociedad del conocimiento». Esta sociedad, que sería una fase de la sociedad posindustrial, estaría caracterizada por el predominio del trabajo intelectual sobre el manual. En el marco de esta sociedad «el conocimiento es lo que se conoce objetivamente, una propiedad intelectual, ligado a un nombre o a un grupo de nombres y certificado por el copyright o por alguna otra forma de reconocimiento social (por ejemplo, la publicación). Ese conocimiento tiene su precio; en el tiempo empleado en escribir e investigar; en la compensación monetaria por los medios de comunicación y de educación [...] El conocimiento forma parte de las altas inversiones sociales», apunta Bell en Las contradicciones culturales del capitalismo (Alianza Universidad, 1977). Esto significa que el amor al arte es un subterfugio utilizado por el poder y difundido por los románticos para chantajear y explotar a los creadores que viven de sus creaciones y de sus conocimientos.
El proceso hacia esa «sociedad del conocimiento», en el que juegan un papel importante los avances científico-tecnológicos, también lleva aparejadas profundas transformaciones sociales, entre las cuales ya es perceptible el mayor peso del conocimiento -científico, tecnológico, humanístico- sobre la habilidad manual como valor de cambio para la nueva clase trabajadora. De modo que al hablar de propiedad intelectual en este caso es hablar del servicio que el trabajador ofrece, y hablar de derecho de autor es hablar de salario adecuado a la naturaleza abstracta de un servicio convertible en un aparato, un medicamento, un libro, etc.
Ahora bien. Cabe preguntarse el por qué de la campaña orientada al menoscabo de la propiedad intelectual y la desaparición de la figura del autor. Marcuse en El hombre unidemensional (Ariel, nueva edición 2010) se pregunta -pensando en el carácter perverso del sistema- si la amenaza de una catástrofe nuclear capaz de aniquilar la raza humana no sirve también «para proteger a las mismas fuerzas que perpetúan este peligro». Según él, el sistema induce a la población a una «Conciencia Feliz», que es «la creencia de que lo real es racional y que el sistema entrega los bienes». Si seguimos esta línea de pensamiento, vemos cómo desde los medios de comunicación y los centros de poder opacos se incentiva a esa nueva fuerza fáctica del «nuevo mundo» que son los internautas a reclamar la gratuidad de los contenidos en detrimento y proletarización de los trabajadores intelectuales, pero al mismo tiempo las grandes corporaciones tecnológicas de la información y contenidos, van tomando posiciones y apropiándose masivamente de los derechos de autor y de las obras, incluidas los de dominio público, para gestionarlos en exclusividad en el futuro.¿Es esto lo que quieren los piratas y los defensores del copyleft? ¿Es esto lo que quieren los profetas del «nuevo mundo» y sus paradigmas? ¿Cuánto tiempo tardarán dichas corporaciones en imponer su dictadura, cobrar el peaje a todos los accesos e imponer contenidos que sólo respondan a sus patrones ideológicos? 

sábado, 17 de diciembre de 2011

LA REVOLUCIÓN ES POSIBLE

Mientras los poderes fácticos del capitalismo parecen haber tomado el control de la economía mundial y estén situando a sus representantes en los puestos de gobierno y bancos nacionales, la población asiste azorada e impávida al derrumbe del Estado como institución en la que los pueblos habían depositado su soberanía.

La tradición jurídico-política que empieza con el pensamiento humanista del Renacimiento perfiló el Estado como entidad capaz de articular la sociedad y permitir que los individuos -«el hombre es un lobo para el hombre», escribió Hobbes- viviesen en armonía. La evolución de esta idea se enmarca en la historia moderna de Occidente que, dejando atrás el mundo mítico medieval y su correlato social y político, el feudalismo, instaura bajo el patrocinio de la razón la autonomía y soberanía del individuo y, consecuentemente, al pueblo como fuente del poder político. Un poder político que, mediante un contrato social, es ejercido por unos representantes en el marco institucional del Estado. 
Sin embargo, el liberalismo, que inicialmente propició el desarrollo del sistema democrático, utilizó los principios humanísticos básicos de la Ilustración proclamados por la Revolución francesa -libertad, igualdad, fraternidad- para impulsar un tipo de civilización sustentada exclusivamente en el orden económico. La idea de libertad del liberalismo no la determinan las leyes que ordenan y armonizan las conductas individuales en el contexto social, como postula la tradición republicana, sino los mismos individuos, lo que supone legitimar la ley del más fuerte y sus intereses particulares. 
Es sobre esta línea del pensamiento liberal que, tras la caída del bloque soviético y, desaparecida la amenaza del comunismo, el neoliberalismo se revolvió contra las versiones más humanísticas del liberalismo, como el keynesianismo, y emprendió un furibundo ataque a la noción de Estado, al que presenta como «obstáculo  para la libertad», convirtiéndolo con este pretexto en mero gestor de sus intereses. Como resultado de ello, la política, entendida como el conjunto de acciones y conductas destinadas a proteger a los ciudadanos y cuidar de su bienestar procurándoles la paz y la felicidad, ha cedido al poder de lo económico y dado lugar a la emergencia del mercado como sustituto del Estado.
Esto explica la impotencia de los gobiernos para neutralizar los «ataques de los mercados» a las economías nacionales. La clase política no sólo carece de recursos y de poder para cumplir con los términos del contrato social, sino que gran parte de ella ha sido infiltrada por los burócratas del poder económico-financiero que gobierna de facto el mundo. La soberanía popular, verdadero sustento de la democracia, y la soberanía nacional, extensión particularizada de aquélla, han sido sobrepasadas por las élites de la violencia  y las fuerzas  de un capitalismo salvaje que controlan casi todas las instancias del poder político.
Desde este punto de vista cabe preguntarse si de verdad es esto una crisis sistémica o si es la última fase de un proceso que conduce a la toma del poder absoluto, para instaurar un régimen totalitario, cuyos dirigentes  parecen invitar a la guerra, como lo hicieron sus antecesores en las Primera y Segunda guerras mundiales.
Entonces ¿qué hacer? Seguramente muchos mirarán el movimiento de indignados y buscarán en él alguna respuesta. Pero no encontrarán nada, salvo un malgasto de energías y voluntades que no tienen consecuencias prácticas [¿qué incidencia han tenido en las últimas elecciones españolas?, por ejemplo], por la sencilla razón de que esa legítima indignación que los mueve también está condicionada y sometida por la idea de que, finalmente, toda lucha es inútil y que no hay salida. Por esto, para hacer, para recuperar la autoestima ciudadana y la soberanía popular, es necesario volver a creer en la política y que ésta, la política, vuelva a prevalecer sobre la economía; empezar por democratizar los partidos políticos trabajando desde dentro de ellos; procurar transformar nuestro entorno inmediato y, sobre todo, autoconvencerse de que las revoluciones son posibles.

sábado, 26 de noviembre de 2011

EL CABALLO DE TROYA


El capitalismo es el caballo de Troya, el presente griego, que el liberalismo dejó en un territorio agotado por las  guerras y el esclavismo, cuyo propósito, con la equívoca utilización de la bandera de la libertad, era crear un perverso sistema de dominio.

Las ideas republicanas, cuyos orígenes hay que buscarlas en la antigua Grecia, impulsan el desarrollo de la democracia sobre dos pilares fundamentales: la soberanía popular y la libertad. La primera permite concebir un sistema de gobierno basado en la virtudes cívicas de los ciudadanos y el imperio de la ley como mecanismo defensivo frente al imperio de los hombres. La segunda, en el marco del imperio de la ley, surge de modo natural como principio de no dominación de los hombres por otros hombres. La libertad individual no existe por sí misma sino como expresión de la libertad colectiva que emana de las instituciones.
Sin embargo, el liberalismo, que se desarrolla como sostén ideológico del capitalismo, define a la libertad como un derecho natural del individuo a cuya voluntad no puede oponérsele impedimentos y, por lo tanto,  ha de tener patente de corso para hacer lo que quiera. Esta concepción de la libertad individual en detrimento de la libertad colectiva es la que acaba imponiéndose arrastrada por las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX. La Constitución de EE.UU. y la Revolución francesa consagran la soberanía popular como fuente de todo poder político, pero también la libertad individual como bandera del progreso y el bienestar de todos en el falso supuesto de que todos tienen igualdad de oportunidades. «Libertad, igualdad y fraternidad» es el lema de los revolucionarios franceses.  
De este modo tan sutil como perverso el liberalismo introdujo en el imaginario popular la idea de que todos los individuos son libres e iguales ante la ley, cuando en realidad habían abierto la puerta al dominio de una oligarquía burguesa, cuya capacidad de poder se demostraría históricamente muy superior a las oligarquías aristocráticas que, en Occidente, alcanzaron su máxima expresión en las monarquías absolutas. El soberbio poder de esta oligarquía se fundamentó desde el principio en el control acumulativo de los bienes de producción, el cual trajo consigo su hegemonía económica y cultural, y, finalmente, la reducción del concepto de libertad al de libertad de comercio y flujo de capitales en detrimento de las demás libertades civiles y de los derechos humanos. 
Una vez introducido su caballo de Troya en el sistema democrático, esta oligarquía, que hoy podemos identificar con bancos y compañías multinacionales, fue vaciando de contenido las instituciones democráticas, debilitando el papel regulador del Estado, deslegitimando a la clase política al convertirla en marioneta de sus intereses y con ello reduciendo la soberanía popular a una mera ilusión, y, lo más grave, adormeciendo, mediante el consumo y la vacuidad del discurso, el impulso contestatario de los pueblos. 
El resultado de este proceso natural del sistema capitalista es la alienación social, la frustración y la carencia de ilusiones en el futuro, mientras una minoría sostenida por especialistas de la violencia [la producción de la industria militar es superior a la alimenticia] goza de un dominio global y muy pocos creen que las cosas puedan cambiar. Mientras por el camino se desintegraban los principios de igualdad y fraternidad y el de libertad era canibalizado por el mercado, los gurús del posmodernismo sentenciaban el fin de las ideologías, de las utopías y el fracaso del comunismo, pero nada han dicho ni dicen de la degeneración y fracaso de la democracia Llegado a este punto ¿qué hacer? aparece como una pregunta que vuelve a cargarse de sentido para que los pueblos den una respuesta a las agresiones del poder.


[La doctrina del shock, de Naomi Klein, es reveladora de los mecanismos utilizados por el neoliberalismo para alcanzar sus propósitos de dominio mundial]

sábado, 19 de noviembre de 2011

EL NOMBRE DEL MERCADO


Desde la década de 1980, el concepto de mercado ha ido ganando la boca de todos alentado por los sacerdotes del neoliberalismo, los ya olvidados yuppies, los intelectuales posmodernistas, los políticos y los medios de comunicación. Ahora se impone a los gobiernos, a los estados y a los ciudadanos como una fuerza avasalladora e irresistible. Pero ¿qué o quién es el mercado? ¿Cuál es su verdadero nombre?

Paralelamente a los cambios sociales y políticos provocados por la Revolución Industrial y la Revolución francesa la idea de libertad fue desligándose de las ideas de igualdad y fraternidad en la medida que se vinculaba más y más a la actividad mercantil. La libertad, tal como se apunta ya en la Constitución estadounidense, aparece en el ideario liberal como un elemento indisociable del libre comercio y del sistema democrático. Nadie parecía reconocer, sin embargo, que éste era el huevo del capitalismo del que nacieron el neocolonialismo y el imperialismo, cuya dinámica expansionista provocó dos grandes guerras mundiales y una crisis del sistema que estalló en 1929. La ley, mejor que leyes, de los mercados había colapsado el sistema y el mundo capitalista se vio obligado a entrar en guerra para solucionarlo. Tal como ahora se están dando las llamadas guerras de baja intensidad en la que, en medio de una gran confusión, aparece el terrorismo como fantasmal enemigo. Pero ¿qué ley es esa de los mercados a la que economistas y profanos apelan con obsecuente temor?  ¿Qué terrible entidad es el mercado que a su sola mención tiemblan los estados y los superestados?
Aunque la idea no era nueva, en 1803, la famosa «ley de los mercados» fue formulada por el economista francés Jean-Baptiste Say. Según la «ley Say», como también la conocen algunos, toda oferta genera su demanda. De acuerdo con este principio es imposible una situación de superproducción y, consecuentemente, de desempleo, con lo cual el equilibrio económico está siempre garantizado. Pero para que esta condición se cumpla es necesario la total libertad de acción de los actores productivos privados y una injerencia del Estado limitada a crear mediante leyes un campo propicio para el imperio del mercado, pues éste se encarga de regular naturalmente los precios, el valor de las monedas, los salarios y el flujo de los productos en un ámbito geográfico que trasciende las fronteras nacionales (mercado). Es decir que el mercado se convierte en una entidad supranacional enquistada en el sistema democrático, cuyos mecanismos se encargan de regular las relaciones de los ciudadanos y preservar la paz.
Sin embargo, la quiebra del sistema capitalista gobernado bajo esta ley en 1929 puso de manifiesto que esta ley de mercados carecía de rigor científico, pues no consideraba otros factores, entre ellos la desigualdad de fuerzas entre los actores productivos -trabajadores y propietarios de los medios de producción, por ejemplo- y las tendencias naturales de los capitalistas a concentrar el capital para fortalecer el sistema y el control de los medios de producción. El liberal John M. Keynes percibió este error y desarrolló una doctrina en la que asignó al Estado, como entidad depositaria de la soberanía popular, el papel de regulador de las fuerzas económicas para garantizar el bienestar de los ciudadanos. EE.UU., durante la presidencia de Franklin D. Roosevelt, puso en práctica esta doctrina que se mostró eficaz no sólo para sacar al país de la gran depresión, sino también para mantener un crecimiento sostenido de su economía. 
La doctrina keynesiana fue asímismo fundamento del Estado de bienestar, el cual sirvió además, tras la Segunda Guerra Mundial y en plena Guerra Fría, como soberbio elemento propagandístico frente al bloque comunista hasta que éste empezó a dar señales de vulnerabilidad. Entonces, volvieron la viejas teorías liberales y en la Universidad de Chicago, alrededor de liberales fundamentalistas, como Milton Friedman seguidor del austríaco Friedrich Hayek, reformularon la torpe y dañina ley de Say con el llamado neoliberalismo para elevar a los altares al mercado como divinidad central del nuevo orden internacional. 
El golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende, en 1973, precedido de un «golpe de mercado», supuso el primer paso para imponer una corriente de pensamiento económico único, que tuvo sus correlatos en todos los campos de la actividad humana. Hacia 1980, con Ronald Reagan en EE.UU. y Margaret Thatcher en Gran Bretaña, el desmantelamiento neoliberal del Estado de bienestar -llamado  despectivamente Estado niñera por la Thatcher- empezó a ser un hecho y, lo que es tanto o más grave, la ideología neoliberal a contaminar y «seducir» a las clases dirigentes e intelectuales de todo el mundo desarrollado. Ningún gobierno ni partido político opuso resistencia al socavamiento del Estado. Los conservadores porque de ese modo defendían mejor sus intereses particulares, y los progresistas de izquierda porque habían perdido toda referencia ideológica. La ola de privatizaciones dejó a su paso estados anoréxicos que apenas si podían resistir la opulencia de los mercados, el libre fluir de los capitales, la multiplicación de los paraísos fiscales, y el creciente poder de los especuladores y de las corporaciones multinacionales.
En este contexto, la concentración capitalista comenzó a hacerse insoportable para el bienestar de la población, en la medida que ingentes capitales se sacaban del circuito productivo para entrar en el financiero y especulativo, que permitía un mayor control de los flujos económicos y una poderosa arma de control político de los estados. Es en esta coyuntura que estalla nuevamente la crisis sistémica, pero a diferencia de 1929, los principales estados no tienen ahora la fuerza política ni sus gobernantes la conciencia suficiente para neutralizar a los nuevos poderes fácticos que controlan la política mundial y, a golpe de bolsa, ponen en jaque a los gobiernos del mundo en nombre del mercado.
Ahora mismo, un gobierno de derechas seguirá nadando en favor de esa corriente y uno de izquierdas procurará salvar lo que se pueda del Estado de bienestar, pero ni uno ni otro tendrá oportunidad inmediata de cambiar la dinámica del sistema. Sólo la ciudadanía, mediante una acción organizada a través de los distintos sectores de actividad -médicos, maestros y profesores, alumnos, abogados, albañiles, escritores,  administrativos, etc.- pueden ir creando condiciones favorables a un cambio de tendencia en las mentalidades de la población. Un cambio que sea capaz de generar nuevas formas de relación y producción en las que los factores humanos prevalezcan sobre los estrictamente económicos, llámense éstos rentabilidad, audiencia, público lector, etc. Fórmulas en las que la acción política se emancipe de la dominación económica, pues la libertad y el bienestar de las personas siempre ha de estar por encima de la libertad «de los mercados» y de la oligarquía que los controla.

sábado, 12 de noviembre de 2011

ZOMBIS Y TECNÓCRATAS



La campaña electoral pone de manifiesto la carencia total de argumentos, ideas y propuestas serias a través del discurso de una clase política que parece haber asimilado la derrota del Estado y estar resignada a rendir y entregar al ciudadano, con los escasos bagajes que le quedan, al triunfante y todopoderoso mercado.

El debate a dos que tuvo lugar el pasado 7 de noviembre pareció confirmar que esta clase política española, tanto como toda la clase política occidental, da por hecho que al fracaso del sistema comunista le ha seguido el colapso y fracaso del sistema democrático.
Con la complicidad de los medios de comunicación que, de manera vergonzosa, se ocuparon más de la corbata y de los gestos de los candidatos que de lo que decían y no decían y denunciar el sinsentido llevado a espectáculo de masas, los representantes de los dos partidos mayoritarios se abroquelaron en su impotencia. Uno sin decir nada y el otro a exponer, tan tímidamente para que el poder económico-financiero no le diera un varapalo, la necesidad de que el Estado debía recuperar, tal como lo expuso Keynes, las riendas de la economía y liderar la reactivación de la productividad, el consumo y el empleo.
Ni tales contendientes, ni los otros que están en liza, parecen reaccionar al tratamiento de shock que han sufrido y los ha convertido en zombis neoliberales que confunden las leyes de la vida con las leyes del mercado. Incluso ignoran que estas leyes son en realidad una y que la formuló Jean-Baptiste Say en ¡1803! cuando el capitalismo estaba en pañales y que dice algo tan estúpidamente elemental como que "no hay demanda sin oferta" y que si hay oferta, habrá demanda y si hay demanda habrá empleo y si hay empleo habrá consumo". Pero claro, para que esta ley funcione tiene que haber libertad de mercado. Exactamente lo que dijo el jefe del Partido Popular  -aunque la oratoria no es lo suyo- cuando aludió a su plan de choque para recuperar empleo, sin decir que la mentada libertad de mercado exige privatizar sanidad, transportes, educación, energía, etc. Algo que contradice flagrantemente su reivindicación de la "soberanía popular frente al mercado y los tecnócratas" -como titula el diario ABC-, y su afirmación de que ha llegado "la hora de los buenos gobernantes", justo en el momento cuando en Grecia e Italia asumen el gobierno tecnócratas que el pueblo ni siquiera ha elegido y cuyo historial los sitúa en el epicentro del poder que sacude los cimientos de la misma civilización occidental.
La ceremonia de la confusión se celebra a través de un discurso contradictorio sostenido por palabras carentes de sentido y de la fuerza que les da la coherencia ética. Lo que necesita España -y con ella todo el mundo globalizado- no es un "gobierno como dios manda", es decir el mercado, sino como manda el contrato social y el compromiso de los representantes con la ciudadanía de velar por el bienestar y la felicidad de la comunidad y no por la libertad neoliberal del mercado, porque ésta significa la libertad de unos pocos y la esclavitud de todos los demás.

jueves, 3 de noviembre de 2011

CONSECUENCIAS POLÍTICAS DEL PERDÓN



Las brutales transgresiones contra la vida, la dignidad y la condición humanas hacen a las víctimas acreedoras de la comprensión y la solidaridad social, pero no les conceden autoridad política para administrar la justicia. Los casos de la Alemania nazi, Sudáfrica, Argentina o de la España franquista o, recientemente, Euskadi pueden ejemplificar distintas vías  de enjuiciamiento y condena para crímenes terroristas y de lesa humanidad, pero en todos los casos es la disposición de las víctimas a conceder el perdón, no la solicitud de los victimarios, la que puede sellar la conciliación social.


El perdón es un acto moral que trae consecuencias morales y fácticas para aquéllos a quienes   implica y que no siempre se resuelven en la conciliación que se pretende. Esta dificultad de conciliación se potencia cuando pasa del ámbito individual y doméstico al social y político, y cuando la violencia, sobre todo cuando supera los límites de lo humanamente tolerable, abre una herida profunda en el alma de la comunidad ofendida. 
Tras un proceso de desgarramiento interior y cuando el dolor se hace insoportable, el perdón surge de las víctimas como un deseo íntimo y balsámico de cauterizar la herida espiritual y al mismo tiempo de  impedir su identificación moral con los victimarios. Para las almas de las víctimas que rechazan enajenarse en el dolor y mancillarse con el odio y la violencia que éste provoca, el perdón no se presenta como una renuncia a la reparación del daño cometido ni como coartada para la impunidad, ni como una forma de exoneración de la responsabilidad civil de los victimarios, como tampoco exime a éstos de dicha responsabilidad ni de la culpa el mero hecho de pedirlo. Pero, al consumarse verbalmente, el perdón concede a las  víctimas la legitimidad política que el dolor no les otorga para actuar junto al poder político en favor de la conciliación social. De modo que el perdón, acción moral particular que deviene colectiva tras su expresión verbal, constituye una fuerza ética que deja a los victimarios ante la disyuntiva moral de asumir o no su culpa y, al mismo tiempo, librados a la acción de la justicia impartida por el poder político del Estado de derecho. 

sábado, 29 de octubre de 2011

LA SOMBRA DE EVA PERÓN

Eva Perón es recibida por el general Franco ante la mirada de Carmen Polo

Eva Perón es acaso la figura más controvertida de la política argentina de la segunda mitad del siglo XX y la única que ha trascendido las fronteras locales proyectándose con una impronta mítica como heroína, en el sentido guerrero del término, de los desamparados. El documental La sombra de Evita, de Xavier Gassió, fija algunos de los elementos clave del mito y del personaje político que le dio un rostro humano al peronismo.

La sombra de Evita constituye una inteligente y humana aproximación a la vida política de Eva Perón. Su director, Xavier Gassió, ha tenido la valentía y la sensibilidad suficiente como para sortear muchos de los obstáculos que impiden mostrar lo esencial de esta mujer excepcional y contradictoria al no estar lastrado por los posicionamientos partidistas o sociales de muchos biógrafos argentinos. Un atinado uso del material fílmico del NO-DO, el Noticiario Documental del franquismo, y la realización de cuidadas entrevistas a diversos personajes son indicadores de la intención de Gassió de escapar de toda tentación hagiográfica y del peligro de ser devorado por el mito. 
En este punto cabe apuntar algunos detalles sutiles que, debido a la honestidad de la aproximación, revelan aspectos que hacen a la vida y al entorno del personaje. Significativa de la correspondencia de su personalidad con su conducta pública es la escena que la muestra descender del avión en Barajas, donde es recibida por Franco con la parafernalia de un régimen agradecido por el trigo y las judías (las peronas) que ella trae, y detenerse al pie de la escalerilla del avión para saludar a una azafata; esa otra que muestra el gesto  ¿mezquino? del general Perón tratando de apartarla del micrófono cuando, ya gravemente enferma, intenta explicar a la multitud las razones por las que no puede aceptar la vicepresidencia, o la magnífica entrevista a la enfermera que la asistió en sus últimos instantes de vida, donde, más de cincuenta años más tarde, la mujer narra emocionada  la sencilla valentía con que enfrentó la muerte.
La sombra de Evita desarrolla con buen ritmo narrativo durante setenta y cinco minutos la actividad política de una mujer no sólo carismática sino también sensible ante la situación social de los marginados y de la mujer apartada de la vida política y tratada como un animal doméstico. La pasión que la impulsa se traduce a través de sus actos, de su forma de vestir, de hablar y de tratar a las personas. En ella todo es fuego que quema y se consume. Pero, y aquí otro aspecto interesante del discurso fílmico del documental, el proceder de Eva Perón no es plano ni lineal. Las imágenes revelan paralelamente a la biografía política un proceso dinámico en el que el vestuario y el peinado del personaje pasan progresivamente del exhibicionismo hollywoodiano de los primeros tiempos de provocación a la alta sociedad a la sobriedad que corresponde a la proximidad e identificación del personaje con los trabajadores y los descamisados, y también a los sufrimientos que le causa su enfermedad, y la evolución de su discurso, siempre apasionado, del tono demagógico y barroco de la etapa fundacional del peronismo al  más concreto y afectivo al que ha llegado al final de su vida. En síntesis, La sombra de Evita es un documental inteligente y esclarecedor que merece ser visto. 

viernes, 21 de octubre de 2011

ETA ¿ADIÓS A LAS ARMAS?

Primera plana del diario Gara

ETA, grupo terrorista vasco, ha anunciado el cese de la lucha armada como vía para satisfacer la «voluntad popular» aceptando la vía política. La noticia ha causado, con razón, la felicidad a millones de ciudadanos españoles, en especial a los vascos, quienes avizoran un horizonte de paz. Sin embargo, aún queda mucho por recorrer ante de que esta paz sea efectiva y para dar a cada uno lo que se merece.

El anuncio, independientemente del impacto emocional que ha causado en la sociedad española, tiene varios puntos de análisis que afectan tanto a la banda armada como a las instituciones y actores democráticos. Por el lado de la banda terrorista, cabe apuntar que ha dado el paso forzada por los acontecimientos, sobre todo por los originados por la extraordinaria eficacia de las fuerzas del orden público españolas, apoyadas por las francesas. 
Convertida su estructura operativa en una suerte de gran queso gruyere y reducidos sus contingentes a medio centenar de individuos, la mayoría carente de autoridad dentro del mismo grupo, ETA ya era un estorbo para las bases de la autodenominada izquierda abertzale (patriótica), que pretendía entrar en el juego democrático y resolver por esta vía lo que ella llama «conflicto político vasco». De modo que este no era un hecho menor para que ETA decidiera el cese de su actividad armada, para cuyo anuncio necesitó de una escenificación legitimadora y justificativa que le fue proporcionada por la llamada Conferencia Internacional de Paz. Sin embargo, ETA no ha dicho nada de su disolución y algunos miembros de la ex Batasuna han declarado que «el conflicto» no está resuelto. 
Considerar que ha llegado a renunciar a las armas no como resultado de las circunstancias políticas, sociales y policiales sino como logro de su lucha armada, como llama a sus acciones terroristas, podría ser pueril si no fuese porque con tal apelación oculta tanto su debilidad operativa como su falta de arrepentimiento por los crímenes cometidos. Tampoco aludió a sus activistas, ni a sus presos ni se quitaron la capucha para escenificar en el nuevo escenario político la veracidad de sus intenciones y la asunción de sus responsabilidades. De modo que hay que alegrarse por el anuncio, pero de ningún modo bajar la guardia hasta que sean sólo un desagradable recuerdo.
Otra cuestión derivada del anuncio de «cese definitivo de la lucha armada» de los etarras es la reacción del Gobierno y de los partidos políticos. Todo ha sido educado y políticamente correcto. Sin embargo, como ciudadano creo que es importante decir las cosas como son. Para el Gobierno y el PSOE, la política antiterrorista siempre ha sido una cuestión de Estado y, por lo tanto, las declaraciones institucionales y de partido han estado en consonancia hablando de la victoria del Estado de derecho y de la unidad de los demócratas. El Partido Popular ha dicho más o menos lo mismo. 
Todo esto es cierto y el Gobierno muestra su coherencia al no reclamar para sí la victoria sobre la banda terrorista, pero los ciudadanos españoles saben que esto no ha sido de verdad así y que la lucha antiterrorista ha sido esgrimida como arma electoral (Por ejemplo, ante el anuncio etarra, Canal 9 ha creído innecesario emitir un reportaje sobre los GAL) por el Partido Popular. Basta recordar la crispación social que el PP alimentó cuando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero -a quien se llegó a acusar de traicionar la «sangre de las víctimas»-, impulsó el proceso de paz animado por el deseo de acelerar su consecución. El fracaso del proceso cabe atribuirlo sobre todo a la estupidez de los terroristas, pero también le corresponde una cuota de responsabilidad a la actuación desleal del partido de la oposición que no cerró filas detrás del Gobierno, cegado como estaba por la ira causada por una derrota electoral injusta, según sus dirigentes. 
Pasada esa legislatura y centrado el Gobierno en la acción policial y el ahogamiento de las vías de sustento político y financiero de ETA y no obstante los éxitos que se iban obteniendo, el PP no se retrajo en seguir esgrimiendo electoralmente la política antiterrorista ante el temor de que sucediera lo que ha sucedido y el PSOE pudiera llevarse los réditos políticos en unas elecciones. Hasta ahora, y no parece que lo vayan a hacer, ni el Gobierno ni el Partido Socialista han dicho esta victoria es mía, porque no es caballeroso que ellos lo digan y porque en realidad no es enteramente de ellos, pero los ciudadanos españoles saben, o deberían saberlo, que la existencia de un Gobierno vasco de color socialista y la decisión y coraje con que Gobierno central afrontó la lucha contra ETA tras el atentado de la T4 en Barajas han sido determinantes para el cese del terror en Euskadi. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

sábado, 8 de octubre de 2011

LA BEATIFICACIÓN DE STEVE JOBS


La muerte de Steve Jobs, fundador de Apple y gurú de las nuevas tecnologías, ha generado, con la activa intervención de los medios de comunicación, una oleada de reacciones que lo llevan directamente a los altares. 

Nadie puede negar los grandes aportes tecnológicos que ha hecho Steve Jobs y lo que esos aportes han tenido de revolucionarios para la vida cotidiana de millones de personas. Pero a las personas, sean famosas o no hay que darles el comedido tratamiento que se merecen como individuos humanos y no como súper héroes que han llegado al planeta a salvar la humanidad. Steve Jobs fue un individuo talentoso y tuvo el empeño suficiente para encauzar su talento con resultados admirables, pero no es posible sacarlo del contexto y convertirlo en una santón tocado por el rayo divino. Jobs fue un hombre con un especial olfato para el marketing que le sirvió para vender sus productos y a sí mismo.
Los filósofos de la Escuela de Frankfurt apuntaron que la alienación y cosificación de la sociedad se debía a «la razón instrumental». En la práctica esta «razón instrumental» se traduce en conductas reñidas con la ética en todos los campos de la actividad humana; conductas escandalosamente frecuentes en las fórmulas publicitarias y de venta, en los medios de comunicación y en la propaganda política. En el célebre discurso que «beatifica» a Steve Jobs late esa filosofía del pragmatismo exitista que, al parecer, justifica una vida. En él viene a decir, como apunta Enrique de Hériz, «mi vida estuvo a punto de ser una solemne mierda en diversas ocasiones, pero el soberbio triunfo profesional la vuelve admirable». En este sentido, resulta sintomático que el mismo Jobs autorizara, acaso no sin sentimiento de culpa, a Walter Isaacson -autor también de una magnífica biografía de Einstein- a publicar su biografía cuanto antes «para que mis hijos me conozcan y sepan la razón por la que nunca estaba con ellos». 

domingo, 25 de septiembre de 2011

MÁS RÁPIDO QUE LA LUZ


Científicos del CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear) han realizado un experimento cuyos resultados pueden tener extraordinarias consecuencias para el futuro de la ciencia y la tecnología y abrir un nuevo horizonte para la vida humana. Los neutrinos son más rápidos que la luz.

El anuncio de que los neutrinos pueden viajar a una velocidad superior a la de la luz ha causado un verdadero revuelo en la comunidad científica, ya que de confirmarse los resultados se abre para la civilización humana una especie de stargate, de extraordinarias consecuencias científico-tecnológicas y, obviamente, para la vida cotidiana, como la tuvo la Teoría de la relatividad, de Albert Einstein. 
La posibilidad de que el neutrino sea más rápido que el fotón -la partícula portadora de la luz visible- no es poca, dado que el neutrino es una partícula subatómica con una masa minúscula que posee la propiedad de atravesar la materia sin apenas alterarla. Sin embargo, la concreción de esta posibilidad y todo lo que ella conllevaría de revolución futura para nuestra civilización no supone, como se han apresurado a proclamar muchos medios de comunicación, un «duro golpe» para la Teoría de la relatividad ni la confirmación de que se pueda viajar en el tiempo.  Tampoco la Teoría de la relatividad acabó con la mecánica celeste de Newton, cuya metafórica manzana aún nos golpea en la cabeza. Muchas de las nociones planteadas por Einstein en su teoría se han comprobado y han tenido consecuencias concretas en la vida diaria -rayo láser, holografía, informática, etc.-, lo que significa que los científicos no estudian e investigan para desacreditar o tumbar los logros de sus antecesores, a menos que sus afirmaciones estén contaminadas de intereses políticos o religiosos, sino para conocer más y mejor el universo en el que vivimos. La noticia de que el neutrino pueda ser más veloz que el fotón, independientemente de que se confirme o no, resulta altamente esperanzadora porque nos indica en estos tiempos de zozobra de que el mundo eppur si muove, como, según la tradición, dijo Galileo Galilei, después de que la Iglesia le obligara a retractarse de que la Tierra giraba alrededor del Sol.

viernes, 22 de julio de 2011

ENMIENDA AL «NUNCA MÁS»



Héctor Fabiani fue siempre un militante honesto y valiente del PRT.
El 4 de mayo de 1976, en Buenos Aires (Argentina), un «grupo de tareas» del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército irrumpió en la casa del escritor Haroldo Conti secuestrándolo y haciéndolo desaparecer. En el mismo operativo también fue secuestrado y hecho desaparecer Héctor Fabiani. Un error recogido en el informe de la Conadep, que sirvió de base al libro «Nunca más», manchó el nombre de un hombre honesto y consecuente con sus ideales de libertad.

En diciembre de 1975, me hallaba en Buenos Aires escondido tras la amenaza de muerte de la Triple A y en espera de que Amnistía Internacional me sacara junto a mi familia del país, cuando vi por última vez a Haroldo Conti y a Héctor Fabiani, ambos pertenecientes al Frente cultural del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Tanto Haroldo Conti, a quien apoyaba en sus pretensiones de cambiar la dinámica de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), como Héctor Fabiani, de quien era amigo desde hacía tiempo, me brindaron su ayuda y su solidaridad en aquellos momentos a pesar del clima de terror que ya vivíamos durante el gobierno peronista de María Estela Mártínez. Los gestos y las conductas de los hombres siempre acaba revelando su verdadera naturaleza. Por este motivo, mi corazón dio un vuelco cuando, ya radicado en Barcelona, recibí un poema de un amigo en el que se insinuaba la traición de Héctor Fabiani en el secuestro y desaparición de Haroldo. El golpe mayor me lo dio una primera lectura del «Nunca más», donde figuraba como agente doble de nombre Bufano. La imposibilidad de aceptar dicha evidencia me llevó a observar varias incongruencias en el relato que, con el tiempo, han ido aclarándose.
Todo había partido de la identificación errónea que hizo la esposa de Conti, Marta Scavac, de la foto borrosa de un delincuente argentino apresado en Suiza y que había pertenecido a los grupos de tareas. Si bien la señora Scavac viajó a Suiza y en rueda de reconocimiento constató que el de la foto mostrada no era Héctor Fabiani y envió cartas aclarando su primera y errónea identificación, ésta pasó a formar parte del legajo 77 del Informe de la Conadep y del libro «Nunca más». 
Por si todos estos hechos no han sido suficientes para publicar una rectificación oficial del llamado «Informe Sábato» y restituir la honorabilidad de Héctor Fabiani, el reciente descubrimiento e identificación de su cadáver en el cementerio de Avellaneda, donde figuraba como NN., ha permitido confirmar su secuestro en el Centro de detención El Vesubio y su posterior asesinato poco después. La familia de Haroldo Conti, su viuda Marta Scavac y su hijo Marcelo, y Roberto Fabiani, hermano del militante del PRT, han emprendido una intensa campaña para enmendar el «Nunca más» y reivindicar el coraje y la valentía de un buen hombre, de Héctor Fabiani. En la Explanada Haroldo Conti, dedicada a los desaparecidos y víctimas de la dictadura militar, hoy se levanta un monumento en honor a Héctor Fabiani. 

miércoles, 20 de julio de 2011

PREGUNTAS

Los cínicos ríen
¿PAGAR UNA MULTA ES SUFICIENTE PARA RESTAURAR LA HONESTIDAD DE LOS CORRUPTOS?

¿PAGAR UNA MULTA ES SUFICIENTE PARA EXIMIR DE RESPONSABILIDAD POLÍTICA A LOS ALTOS CARGOS VALENCIANOS ACUSADOS DE COHECHO QUE RECONOCEN SU CULPABILIDAD?

¿PAGAR UNA MULTA ES SUFICIENTE PARA CREER EN LOS PERJUROS Y MENTIROSOS?

¿PAGAR UNA MULTA ES SUFICIENTE PARA QUE LOS TRAMPOSOS SE LIBREN DE DIMITIR DE SUS CARGOS PÚBLICOS?


¿PAGAR UNA MULTA ES SUFICIENTE PARA GARANTIZAR A LOS CIUDADANOS QUE NO SIGUEN ROBANDO Y ENRIQUECIÉNDOSE A COSTA DE ELLOS?


¿PAGAR UNA MULTA SERÁ SUFICIENTE PARA EL RESTO DE LOS PARLAMENTARIOS, INCLUIDOS LOS DEL PP, QUE NO COMULGAN CON CONDUCTAS CORRUPTAS DE SUS COMPAÑEROS?

¿PAGAR UNA MULTA SERÁ SUFICIENTE PARA LAVAR SUS CONCIENCIAS?


¿CUÁL ES LA RESPUESTA DEL HONESTO SEÑOR MARIANO RAJOY Y DE LOS VOTANTES DEL PP VALENCIANO A ESTAS PREGUNTAS?

lunes, 18 de julio de 2011

EL DISCURSO DE LOS CÍNICOS

¿Trajes? ¿De qué trajes habla?
Los furibundos ataques de la cúpula del PP contra el candidato socialista a las próximas elecciones presidenciales, por el llamado «caso Faisán», contrasta con el cerrado silencio que manifiesta ante el procesamiento por corrupción del presidente valenciano Francisco Camps. 

Si ya produce asco que una parte de los votantes valencianos tengan tripas como para haber dado su voto a una banda de presuntos corruptos, como es la que encabeza Francisco Camps en la comunidad valenciana, más lo produce el ejercicio de cinismo del principal partido de la oposición, el derechista Partido Popular (PP), al centrarse únicamente en tener o recuperar la poltrona desde aquel famoso exabrupto de Aznar, «váyase señor González». Después de una agobiante, enrabietada y mezquina oposición durante dos legislaturas al Gobierno socialista,  durante las cuales no sólo no colaboró en ningún asunto de Estado sino que boicoteó algunas decisiones gubernamentales poniendo en duda la solidez financiera española en el plano  internacional, el discurso de los cínicos -voz que deriva del griego kyn-nos, perro- sigue centrado en su asalto al poder. 
Ni los más ignorantes dudan de que dos de las cuestiones más sensibles en estos momentos son la economía y el terrorismo. Nadie duda de que el ex Ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, es quizás quien ha impulsado la política más eficaz para debilitar a ETA y abocarla a su desaparición. Sin embargo, el discurso de los cínicos se centra en descalificar a la persona y sembrar dudas sobre su honestidad al frente del ministerio. Al mismo tiempo, el discurso de los cínicos omite el alto grado de corrupción que contamina al PP en casi todas las comunidades y ayuntamientos donde gobierna, con el fútil pretexto de estar «centrados en lo que realmente interesa a los españoles».  Para los cínicos cualquier cosa vale para descalificar, ensuciar y pedir la dimisión de sus rivales, pero no para los suyos, aunque estén trajeados hasta las cejas.
Cabe preguntarse cómo es que se rasgan ahora las vestiduras porque el Gobierno «haya dilapidado la gran herencia que dejaron sus gobiernos» y no se las rasguen ante la certeza de que fueron ellos, con la desrregulación del suelo y sus políticas ultraliberales, quienes favorecieron los pelotazos y la burbuja inmobiliaria, cuyas consecuencias ahora están obligados a pagar todos los españoles. El espectáculo que ofrecen y el ejercicio de cinismo y mezquindad que realizan son tan repugnantes que me pregunto si alguno de ellos tiene conciencia o sabe lo que es la decencia.

martes, 5 de julio de 2011

¡ES HORA DE PAGAR LOS DERECHOS DE AUTOR!

ACEC, AELC y Gremi d'Editors acuerdan el modelo de «Contrato de Edición de Obra de Encargo».

La industria editorial española, cuya sede capital es Barcelona, es una de las más poderosas del mundo y la hegemónica  en el ámbito de la lengua castellana. Sin embargo, sus prácticas y usos editoriales van en flagrante perjuicio hacia la dignidad y los derechos de los escritores profesionales.

La mayoría de las editoriales directamente o a través de empresas intermediarias -los packagers o «talleres»- conculcan sistemáticamente los derechos de autor mediante una gran variedad de recursos. Entre éstos se pueden contar el tratamiento del autor como «colaborador», «redactor», «prestatario», etc., el desconocimiento y la omisión de su nombre en la obra que ha realizado o colocado entre ilustradores, maquetistas, coordinadores, correctores, directores ejecutivos, etc., y hasta la burda estratagema de no darle los ejemplares justificativos a fin de que no tenga elementos para hacer cualquier reclamación.
Pero si lo anterior es grave desde el punto de vista moral, mucho más lesivo para los intereses patrimoniales del autor es su negación como tal y la apropiación indebida de sus derechos autorales con el subterfugio de calificar toda obra como «colectiva».
Como se sabe, toda obra colectiva es aquella que por iniciativa del editor se realiza con un gran número de autores, cuya aportación es difícilmente discernible. Este es el caso de las enciclopedias, los diccionarios y algunos tipos de manuales. Sin embargo, una colección temática de libros no es necesariamente una obra colectiva. De ser así, plantear que colecciones como la célebre Austral, de Espasa Calpe, o Andanzas, de Tusquets, son obras colectivas sería un gran absurdo.
La cuestión parte de la [mal] intencionada consideración de la obra de encargo como obra colectiva. El hecho se produjo cuando algunos editores de texto vieron que, debido al articulado de la Ley de Propiedad Intelectual, podían perder el control comercial de sus colecciones si los maestros y profesores creadores de los textos cedían los mismos a la competencia una vez cumplido el plazo de cesión acordado. Para evitar que esto sucediera se valieron de la relativa ambigüedad del artículo 8 de la LPI para aplicar a todo encargo el concepto de «obra colectiva» y apropiarse indebidamente de los derechos de autor. Este recurso no sólo les dio el control absoluto de sus colecciones sino que también les reportó ingentes beneficios económicos al reducir el pago de derechos a un exiguo tanto alzado.
El 11 de junio de 2010, la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Catalunya), la AELC (Associacio d'Escriptors en Llengua Catalana) y el Gremi d'Editores de Catalunya sellaron un histórico acuerdo al presentar, entre otros modelos de contratos de edición y traducción, el contrato de edición de obra de encargo. La gran novedad de este modelo de contrato, que se puede consultar en las páginas webs de las tres instituciones mencionadas, es que los autores reconocen a los editores el control de la explotación comercial de la obra y los editores respetan los derechos del autor y pagan a éste un determinado porcentaje sobre las ventas en concepto de tales derecho de autor. 
Dado este paso de gigante para mejorar la situación de decenas y decenas de escritores profesionales cabe esperar que las reclamaciones de éstos ante los editores y ante la Justicia sean debidamente atendidos.

lunes, 27 de junio de 2011

EL DESCENSO DE RIVER Y LA NÁUSEA


River Plate, el club más laureado del fútbol argentino ha consumado su decadencia y ha descendido a segunda. Miles de hinchas enfurecidos han salido a la calle pidiendo responsabilidades. Las escenas de hombres acompañados de sus hijos llorando y vociferando podrían ser acaso desgarradoras si no fuesen porque revelan lo peor de la cultura del país.

La dictadura militar acaecida entre 1976 y 1982 provocó una extraordinaria sangría de vidas y su política de latrocinio y de terror condenaron a la sociedad a la miseria económica y moral, a cuya superación una clase política populista y corrupta no ha contribuido. Esa quiebra de los valores éticos afecta a todos los grupos y estamentos de la sociedad y determina y condiciona los comportamientos individuales favoreciendo el desarrollo de la subcultura de la ignorancia y la brutalidad como recurso de poder.
En este contexto, la dramática decadencia del fútbol argentino no debe medirse por la calidad de sus jugadores, que sigue siendo estimable, sino por las estructuras que los rigen y en las cuales tienen tanto poder de decisión las llamadas «barras bravas» como los dirigentes. La mayoría de ellos, encabezada por el máximo dirigente de la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) puesto a dedo por la dictadura militar, representa una pequeña tribu mafiosa conectada con las más altas esferas del poder político y sindical. Más allá de los errores puntuales en el terreno deportivo que pudieran haber cometido los dirigentes de River, cabe preguntarse por la trama de intereses y corrupciones que han intervenido para el descenso de categoría de una institución deportiva histórica.
Pero causa perplejidad escuchar a los hinchas de River (como seguramente hubieran hecho los hinchas de Boca, de San Lorenzo, de Estudiantes, etc.) amenazar a los dirigentes porque les «han matado el alma». Al ver estos miles de individuos que hoy vociferan su bravuconería porque el club del que son hinchas pasará una temporada en el infierno, uno se pregunta dónde estaban y por qué no salieron con la misma bravura cuando en Argentina el gobierno peronista primero y la Junta militar después reprimían, mataban, desterraban y hacían desaparecer a miles de argentinos. La respuesta es tan brutal que provoca náusea y dolor de sólo pensarla.

miércoles, 22 de junio de 2011

INDIGNACIÓN Y SOBERANÍA POPULAR

Fotografía: Pablo Tello

El movimiento ciudadanista M-15 ha salido fortalecido tras las manifestaciones del 19-J. Los indignados han vuelto a llenar las calles haciendo oír su voz coral para protestar contra un sistema alejado de las necesidades de las personas y cuya inhumanidad ha llevado la violencia a la intimidad de los hogares y secuestrado la soberanía popular.

La indignación no es ciega. Si bien es pariente de la ira a diferencia de ésta, la indignación no nace del instinto sino del espíritu. No es una reacción de violencia visceral, sino de reafirmación de la dignidad del individuo ofendido y violentado por los abusos del poder. Cuando esta reacción se generaliza es posible que pueda degenerar en la ira y arrastrar a los indignados a la violencia, pero mientras esto no suceda debe entenderse como una fuerza positiva cuyo objetivo es la restauración de los valores éticos y de un modo de vida centrado en las personas y su felicidad. 
El tratamiento de shock, para utilizar la metáfora de Naomi Klein, sufrido en la sociedad mundial para imponer las ideas ultraliberales, ha convertido el mundo y a sus habitantes en un soberbio mercado global, donde las únicas leyes que valen son las del beneficio económico en detrimento del bienestar de las personas.
Para que ello fuese posible, el capital financiero a través de las políticas económicas de los grandes organismos -FMI, Banco Mundial, Club de París, etc.-, bancos y sociedades privadas-Goldman Sachs, Banca Morgan, etc.- han tenido que secuestrar la soberanía popular, debilitar hasta la extenuación a los Estados y someter a los Gobiernos a. sus reglas del juego. Esto lo consiguió no sólo valiéndose de la violencia fáctica -golpes de Estado, dictaduras, etc.- sino de otras formas más sutiles de acción -golpes de mercado, políticas de corrupción- que han contribuido a crear una cultura social cuyo brillo exitista -los tiburones, los yuppies, los grandes ejecutivos, son parte de ese ejército- ha ocultado la cosificación de las personas y su reducción a entes consumidores.
Ante este panorama, cabe esperar que el 15-M, al reivindicar la condición humana y la dignidad de las personas como objetivo central de todo sistema, tendrá la fuerza suficiente como para rescatar la soberanía popular. Esto supone reconocer la validez de las instituciones y de situar en ellas a las personas más idóneas para cumplir con el mandato popular y gestionar la res publica independizándose de las políticas depredadoras de los organismos financieros que controlan el mundo. Entonces sí la queja se habrá convertido en una idea y la revolución ciudadana habrá sido posible. Entonces sí tendrá sentido el sacrificio colectivo, pero mientras tanto, sin soberanía plena seguiremos bajo la dictadura del gran capital y pagando la crisis ficticia que han creado los Milton Friedman y sus epígonos. Los idiotas útiles del poder. 

jueves, 16 de junio de 2011

¿A DÓNDE VA EL 15-M?

¿Revolución?
Un grupo de manifestantes del movimiento ciudadanista 15-M abucheó, insultó y agredió físicamente a los diputados cuando entraban a la sede del Parlament catalán, en Barcelona, y otro zarandeó en Madrid a Cayo Lara, dirigente de Izquierda Unida, al grito de «aprovechado» y «no nos representas». También el alcalde madrileño del PP, Ruiz Gallardón, y el diputado socialista en las Cortes Valencianas, Joan Lerma, fueron descalificados por los indignados.

La indignación es la ira provocada por algo reprobable que atenta contra la dignidad de la persona y aquella que la expresa lo hace generalmente con la vehemencia propia de quien se siente profundamente herido. El M-15 ya muestra algunos síntomas inequívocos de esta vehemencia ante la pasividad o el paternalismo de la clase política que no parece entender que no estamos ante una pataleta juvenil, sino ante una reclamación mayor sobre sus conductas. Desde un discutible victimismo, los políticos y sus medios afines han llegado al absurdo de exigir corrección política y pacifismo a quienes precisamente han sido violentados desde el poder. Sin embargo, llegados este punto, cabe hacer ciertas consideraciones.
Thomas Moro, el célebre autor de la Utopía, escribió que las leyes constituyen un muro frente a la violencia, pues más allá de ellas reina el caos. La defensa de este principio lo llevó al cadalso en 1535. Siguiendo esta misma línea de pensamiento hemos de tener presente que estamos en un Estado de derecho y en el marco de una democracia representativa y que el Parlamento es el lugar donde reside la soberanía popular delegada en los representantes que se han elegido a través del voto. Esto no hace intocables a los representantes, cuyas conductas pueden ser cuestionadas por los ciudadanos -para eso se hacen elecciones periódicas-, pero sí son intocables las instituciones. Ellas son los pilares de una forma de vida mayor que si se socavan pueden acabar con todo su edificio y no parece que esta sea la intención del M-15, pues no se observa en la mayoría de sus integrantes síntomas revolucionarios. Las revoluciones surgen de las ideas y no de las quejas y aquí estamos ante la queja por una mala administración de la cosa pública que ha puesto en peligro el bienestar de los ciudadanos. Y la queja señala como culpables a quienes quizás menos culpa tengan -sacando aparte a los corruptos-, pues ellos -los políticos- han sido meros correveidiles de los verdaderos culpables, los que detentan el poder económico y financiero y encarnan esa nueva divinidad llamada mercado.
Los dirigentes del M-15 deberían tener presente que estamos en una democracia representativa y no asamblearia y que, por lo tanto, ya deberían haber abierto caminos de diálogo con la clase política reuniendo a todos los partidos políticos para presentarles sus puntos de vista a fin de cambiar la dirección de la acción política enfocándola hacia el bienestar de los ciudadanos y no hacia el beneficio de las grandes corporaciones.
El M-15 debería saber que desde 1973, cuando el general Pinochet derribó al gobierno legítimo de Salvador Allende, este golpe de Estado estuvo precedido de un golpe de mercado. Aquel hecho histórico inició la implementación de políticas ultraliberales que caracterizaron el capitalismo salvaje y que se hicieron irresistibles durante las eras de Thatcher y Reagan, con la bendición de Juan Pablo II, posibilitando el progresivo debilitamiento de los Estados y sus gobiernos hasta convertirlos en meros gestores y productores de leyes que favorecieran los intereses del mercado. Así empezó a gestarse el desmantelamiento de las soberanías populares, pues ya no fueron las personas las destinatarias de los beneficios sino las grandes corporaciones. No es casualidad que la mayor industria del mundo ya no sea la alimenticia, sino la bélica y que sean los ciudadanos los que ahora estén pagando las facturas de guerras, como las de Iraq, las subidas especulativas del petróleo y que muchos países que intentan salir de esa dinámica reciban «ataques bursátiles», como los varios que ha sufrido España en estos últimos años. 
Mientras el M-15 asume su papel de portavoz de la indignación de millones de personas víctimas de la violencia del mercado y sus esbirros, la mayoría silenciosa que vota y decide también debería reflexionar sobre el sentido de su voto y considerar que su responsabilidad va más allá de su dependencia ideológica o clientelismo, y la clase política debería hacer gestos visibles de cambio de conducta, de querer restaurar la confianza perdida, y de transmitir a la sociedad la idea de que en lugar de un empleo bien remunerado tiene una misión.

martes, 7 de junio de 2011

CIUDADANISMO


En la práctica, el ciudadanismo se traduce en un movimiento o conjunto de movimientos más o menos espontáneos impulsados por el deseo de una democracia más directa y participativa motivado por el anquilosamiento funcional de los partidos políticos, la frivolización mediática de su actividad en la gestión de la res publica, y, en general, por la degradación del horizonte ético en la conducta social. 

El ciudadanismo es una propuesta de regeneración moral de la vida y la administración públicas, que a veces se manifiesta en grupos articulados en partidos políticos, como la Plataforma Ciudadanos para el Cambio, que estuvo integrada en el PSC (Partit del Socialistas de Catalunya) durante algunos años, o en Movimientos Democracia Ya y M-15, que iniciaron sus protestas en la plaza del Sol de Madrid, pero cuyo carácter asambleario lo hace difuso y poco efectivo. 
Pasada la efervescencia inicial y apartado el foco de las cámaras televisivas y los micrófonos radiales, sus propuestas se dispersan, se desvanecen por agotamiento o por una abstención improductiva ante las urnas, ya que su apoliticismo acaba actuando a favor de los sectores más inmovilistas que controlan el poder. 
El rechazo a los partidos políticos y a toda doctrina supone la neutralización del espacio ideológico y con ello la suplantación de los partidos y sus militantes por colectivos o grupos de apoyo a causas o reivindicaciones sociales concretas que, independientemente de su bondad o justicia, socavan el valor de las instituciones favoreciendo una dominación sin ideología y tecnocrática que acompaña a las corrientes conservadoras y acaba interfiriendo la libertad ciudadana. Las virulentas campañas de las víctimas del terrorismo contra el llamado proceso de paz impulsado por el Gobierno socialista y las agresivas campañas contra el aborto o educación ciudadana representan el mismo impulso que Pierre Rosanvallon llamó «contrademocracia».

viernes, 3 de junio de 2011

EL GOBIERNO CATALÁN CONTRA LAS LETRAS CATALANAS

El conseller de Cultura Ferran Mascarell
El Gobierno de la Generalitat de Catalunya, presidido por el convergente Artur Más, ha decretado la desaparición de la Institució de les Lletres Catalanes.

En consonancia con un drástico programa de recortes presupuestarios, el Gobierno autonómico ha anunciado que la ILC desaparece como «entidad autónoma» para convertirse en un «órgano asesor del departamento competente».
No obstante el sectarismo nacionalista con que esta institución ha actuado siempre desde su creación en 1987, excluyendo de apoyos y subsidios a escritores y poetas que escriben y se expresan en castellano [no debe olvidarse que letras catalanas son tanto las que se expresan en catalán como en castellano], la medida del gobierno de CiU supone limitar a su mínima expresión el apoyo gubernamental a la cultura del país, al mismo tiempo que pone de manifiesto la escasa sensibilidad social de la derecha. 
No es casualidad que, para resolver supuestamente la crisis y reducir el endeudamiento público, los gobiernos derechistas entiendan por eficacia cortar por el hilo que sostiene los derechos sociales, la cultura, la educación y la sanidad. Tampoco es casualidad que haya sido precisamente un gobierno de derechas el que autorizó la carga policial contra los indignados de plaza Cataluña. Si esta es la derecha moderada, civilizada, ahora cabe preguntarse ¿qué pasará en España cuando, como vaticinan las encuestas, el pueblo vote a la derecha troglodita del PP?

lunes, 30 de mayo de 2011

INDIGNADOS Y APALEADOS


La policía autonómica de Cataluña, con el pretexto de proteger a las brigadas de limpieza y de evitar que la acampada de los M-15 coincidiera con los hinchas del FCBarcelona, actuaron sin contemplaciones a golpes de porra y balas de goma. ¿Puede el resto de la ciudadanía justificar o tolerar la brutal represión sin indignarse?

Nadie puede negar la naturaleza pacífica de un movimiento ciudadano surgido como reacción ante la insensibilidad de los partidos políticos, la injusticia social y los abusos del capitalismo. Pero tampoco nadie puede negar que también es natural la forma en que reacciona el «sistema» y más evidente se hace esa naturaleza violenta, cuando el gobierno es de un partido de derechas. Esto ha de hacer reflexionar a los indignados sobre los peligros de la generalización.  Si lo que M-15 no quiere es una revolución, debe reconocer que los partidos políticos son parte indispensable de la democracia y, por tanto, sería un error confundir cuales pueden ser sensibles al ideario de los indignados con los que abiertamente lo repudian. Todos los partidos políticos no son iguales, pero es bueno recordar a los menos iguales que han de actuar siempre como representantes de los ciudadanos y no como máquinas burocráticas de poder.
La brutal represión sufrida por los indignados de plaza Catalunya ha sido aplaudida por el gobierno autónomo de Madrid, que pide el inmediato desalojo de los indignados de plaza del Sol, considerando la acampada un asentamiento de chabolas. Sin embargo, hasta ahora y quien sabe hasta cuánto tiempo, el gobierno socialista aguantará la presión de la poderosa presidenta de la Comunidad de Madrid, ahora que ha sido avalada por miles de votos dignos, de quienes no aprecian motivos de indignación ante sus abusos de poder, su prepotencia, su corrupción y su manipulación a través de los medios de comunicación que controla.
No es casualidad que quienes se ofrecen como salvadores de la crisis (de la patria, diría en otros tiempos), apenas llegan al Gobierno, empiecen por recortar los presupuestos de Cultura, Educación y Sanidad y repriman violentamente a los ciudadanos que protestan. Este ejemplo de comprensión dado por la derecha moderada en Cataluña, debería hacer reflexionar a los indignados sobre el peligro en que se hallan los derechos sociales tan arduamente conquistados por la clase trabajadora y sobre el oscuro horizonte que se vislumbra si el apartidismo deja el campo libre a los indignos, tal como ha sucedido en las elecciones del 22-M.
Los indignados, movimiento que parece abogar por una restauración ética que favorezca la paz y la justicia social, debería resignar ciertos comportamientos ácratas y reconocer que sus actos son políticos y que, como tales, tienen consecuencias. Que las mismas sean positivas depende de la claridad de sus objetivos. La indignación no es una fiesta popular. Es lucha, resistencia contra el mal. Y el mal siempre da palos. Se puede ser apartidista, pero no apolítico. De nada sirve el buenismo sin una toma de posición política activa. Y, aparte de otras, la forma más elevada de la acción ciudadana en democracia es el voto. No la abstención, ni el voto en blanco o nulo. Estas son formas de escabullir el bulto. Tirar la piedra y esconder la mano.

lunes, 23 de mayo de 2011

¡¡DECEPCIÓN!!


Con tanta indignación en la calle, con tanta algara juvenil y spanish revolution contra los banqueros, los políticos corruptos, desleales, xenófobos, homófobos, mentirosos y cavernícolas, resulta que el pueblo español en legítimo ejercicio de su voto les da la victoria a éstos. A quienes mejor encarnan los intereses del sistema. Ahora tienen el aplauso de la mayoría  ¿También el de los jóvenes indignados? 
Además de Valencia, Castellón y Madrid, otras comunidades y capitales han sido convertidas en feudos de la derecha troglodita por la mayoría de ciudadanos, acaso como premio por la eficaz gestión que sus gobiernos han hecho de la corrupción a gran escala, de la política que contribuyó sobremanera a la crisis que ahora pagamos todos y del infame uso del terrorismo. ¡Qué estulticia!  ¡Qué decepción! ¡Qué asco! Me pregunto si los españoles creen realmente que este es el camino para recuperar la democracia secuestrada por el mercado y el poder económico; si es esta la vía para salvar el Estado social y devolver la ética a  la vida pública.  Y, como si tamaño despropósito fuera poco, hay que aceptar democráticamente el resultado. La náusea. La náusea.

viernes, 20 de mayo de 2011

CIUDADANOS INDIGNADOS

El Movimiento 15-M ha entrado en la campaña electoral como un elefante en un bazar. Su soporte y cohesión es la indignación ante la crisis económica, el anquilosamiento de los partidos políticos y de los sindicatos, y un profundo sentimiento de injusticia que los (nos) hace ver como forzados deudores de los platos rotos.

Si bien muchos analistas afirman que la, para el sistema, sorprendente movilización ciudadana comenzó con la rebelión de Islandia o se inspiró en el popular panfleto ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, lo cierto es que el origen de esta toma de conciencia y cambio de actitud de los jóvenes -principales víctimas del desempleo y la carencia de un horizonte vital- está en el hogar. Está en esos padres que, mientras pudieron, hospedaron y financiaron a sus hijos, incluso con sus volátiles parejas, en sus casas y en sus mesas. Pero ahora, gran parte de esa generación bien preparada, a la que también parece haberse sumado los llamados nini [ni estudia ni trabaja], ha salido por fin a la calle con un ideario claro, que deja atrás su pasotismo y trasciende la cómoda ideología pequeño burguesa de sofá y playstation o la amable aceptación del «mileurismo».
De pronto gran parte de la población ahora se entera de que sus jóvenes también pensaban y de que cuando sus padres han empezado a perder sus casas y sus salarios no alcanzan para alimentarlos; mientras la corrupción no hace mella en la caras de los candidatos que han de votar -se calcula que los sobornos han provocado un agujero de 1.700 millones de dólares en las arcas públicas-; mientras el Gobierno carece de fuerzas para mantener las políticas sociales o soportar la presión de los grupos de poder económico-financiero; mientras los culpables de las políticas ultraliberales que están en el origen de esta crisis y sus guerras -banqueros, especuladores, políticos corruptos, etc.- se jactan de sus sueldos y ganancias, estos jóvenes se despiertan de su sueño anodino y salen a la calle a cambiar el mundo.
Pues sí, los jóvenes cómodos pensaban y ahora, quizás con algún retraso, están allí exigiendo  democracia real y la preservación del estado social. Un estado amenazado por el poder económico y financiero que ha elevado a los altares al mercado y ha puesto en peligro los grandes logros del estado de bienestar y los cimientos mismos de la civilización.
Cabe esperar que el Movimiento 15-M no sea un brote de primavera y que, no sólo haga sentir su peso en las urnas, sino que tenga el aliento suficiente como para obligar a la izquierda -partidos y sindicatos- a volver a su activismo transformador (¿revolucionario?) de la sociedad y advertir a la derecha cavernaria de que ya no le será tan fácil campear en la corrupción y sus políticas antisociales.

martes, 17 de mayo de 2011

EL SEXO CORROMPE A LOS ÁNGELES


El beato Juan Pablo II camino de la santidad
El Vaticano espera que el papa Juan Pablo II haga un segundo milagro para convertirlo en santo. Nunca antes en la historia, la Iglesia católica había tenido tanta prisa en completar el proceso de santificación y menos con un personaje tan controvertido como lo fue el polaco Wojtyla.

Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la causa de los santos, ha declarado que a sus oficinas llegan  de todo el mundo noticias diarias de nuevos milagros de Karol Wojtyla, que los teólogos investigan para santificarlo cuanto antes. Cuestionar la naturaleza de estos milagros, el proceso de santificación y cualesquiera otras actuaciones de una creencia religiosa, en este caso la del cristianismo católico, no parece procedente. Toda creencia en un ser superior es una cuestión de fe y como tal respetable porque la fe en ese ser alivia  al creyente de la angustia que provoca la idea de la muerte. 
Sin embargo, en una sociedad laica, tanto creyentes de cualquier confesión como profanos, pueden y deben cuestionar las actuaciones de los distintos aparatos religiosos que conllevan una desvirtuación flagrante de los valores éticos que han de regir en bien de la convivencia y el respeto mutuo que se deben las personas. Desde este punto de vista, la beatificación del Juan Pablo II constituye una desvergonzada falta de respeto a los ciudadanos en general y a los cristianos en particular. 
La beatificación de Juan Pablo II, quien no reúne las condiciones exigibles a un santo, forma parte de la lucha por el control del poder entre distintas corrientes de la Iglesia católica. Esto explicaría que se eleve a los cielos a un hombre que, en el desempeño de su pontificado, se alió con la mafia italiana -relaciones del IOR, el banco vaticano, con la Cosa Nostra- para financiar su particular lucha contra el comunismo, y se valiera para este mismo fin de organizaciones fundamentalistas católicas - Opus Dei, Comunión y Liberación y Legionarios de Cristo-, y dictadores sanguinarios, como Pinochet, Videla, etc.. Esto explicaría que se eleve a los cielos a quien protegió y distinguió con su amistad -Marcial Maciel- a cientos de curas pederastas que carcomían la integridad moral y la salud sicológica de cientos de jóvenes creyentes. Muchos pueden decir que el sexo y el dinero habían corrompidos a unos pocos ángeles del Señor. Sin embargo, no basta el arrepentimiento ni el perdón para resarcir el daño causado en el espíritu del creyente sincero, ese que necesita de la fe para afrontar su angustia existencial. La responsabilidad de todas las religiones es constituirse en faros espirituales y éticos incorruptibles, porque de ellas depende la felicidad de gran parte del género humano.

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

El confinamiento obligado por la pandemia que azota al mundo obliga más que nunca a apelar a la responsabilidad. Los medios de comunicación...