Primera plana del diario Gara |
ETA, grupo terrorista vasco, ha anunciado el cese de la lucha armada como vía para satisfacer la «voluntad popular» aceptando la vía política. La noticia ha causado, con razón, la felicidad a millones de ciudadanos españoles, en especial a los vascos, quienes avizoran un horizonte de paz. Sin embargo, aún queda mucho por recorrer ante de que esta paz sea efectiva y para dar a cada uno lo que se merece.
El anuncio, independientemente del impacto emocional que ha causado en la sociedad española, tiene varios puntos de análisis que afectan tanto a la banda armada como a las instituciones y actores democráticos. Por el lado de la banda terrorista, cabe apuntar que ha dado el paso forzada por los acontecimientos, sobre todo por los originados por la extraordinaria eficacia de las fuerzas del orden público españolas, apoyadas por las francesas.
Convertida su estructura operativa en una suerte de gran queso gruyere y reducidos sus contingentes a medio centenar de individuos, la mayoría carente de autoridad dentro del mismo grupo, ETA ya era un estorbo para las bases de la autodenominada izquierda abertzale (patriótica), que pretendía entrar en el juego democrático y resolver por esta vía lo que ella llama «conflicto político vasco». De modo que este no era un hecho menor para que ETA decidiera el cese de su actividad armada, para cuyo anuncio necesitó de una escenificación legitimadora y justificativa que le fue proporcionada por la llamada Conferencia Internacional de Paz. Sin embargo, ETA no ha dicho nada de su disolución y algunos miembros de la ex Batasuna han declarado que «el conflicto» no está resuelto.
Considerar que ha llegado a renunciar a las armas no como resultado de las circunstancias políticas, sociales y policiales sino como logro de su lucha armada, como llama a sus acciones terroristas, podría ser pueril si no fuese porque con tal apelación oculta tanto su debilidad operativa como su falta de arrepentimiento por los crímenes cometidos. Tampoco aludió a sus activistas, ni a sus presos ni se quitaron la capucha para escenificar en el nuevo escenario político la veracidad de sus intenciones y la asunción de sus responsabilidades. De modo que hay que alegrarse por el anuncio, pero de ningún modo bajar la guardia hasta que sean sólo un desagradable recuerdo.
Otra cuestión derivada del anuncio de «cese definitivo de la lucha armada» de los etarras es la reacción del Gobierno y de los partidos políticos. Todo ha sido educado y políticamente correcto. Sin embargo, como ciudadano creo que es importante decir las cosas como son. Para el Gobierno y el PSOE, la política antiterrorista siempre ha sido una cuestión de Estado y, por lo tanto, las declaraciones institucionales y de partido han estado en consonancia hablando de la victoria del Estado de derecho y de la unidad de los demócratas. El Partido Popular ha dicho más o menos lo mismo.
Todo esto es cierto y el Gobierno muestra su coherencia al no reclamar para sí la victoria sobre la banda terrorista, pero los ciudadanos españoles saben que esto no ha sido de verdad así y que la lucha antiterrorista ha sido esgrimida como arma electoral (Por ejemplo, ante el anuncio etarra, Canal 9 ha creído innecesario emitir un reportaje sobre los GAL) por el Partido Popular. Basta recordar la crispación social que el PP alimentó cuando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero -a quien se llegó a acusar de traicionar la «sangre de las víctimas»-, impulsó el proceso de paz animado por el deseo de acelerar su consecución. El fracaso del proceso cabe atribuirlo sobre todo a la estupidez de los terroristas, pero también le corresponde una cuota de responsabilidad a la actuación desleal del partido de la oposición que no cerró filas detrás del Gobierno, cegado como estaba por la ira causada por una derrota electoral injusta, según sus dirigentes.
Pasada esa legislatura y centrado el Gobierno en la acción policial y el ahogamiento de las vías de sustento político y financiero de ETA y no obstante los éxitos que se iban obteniendo, el PP no se retrajo en seguir esgrimiendo electoralmente la política antiterrorista ante el temor de que sucediera lo que ha sucedido y el PSOE pudiera llevarse los réditos políticos en unas elecciones. Hasta ahora, y no parece que lo vayan a hacer, ni el Gobierno ni el Partido Socialista han dicho esta victoria es mía, porque no es caballeroso que ellos lo digan y porque en realidad no es enteramente de ellos, pero los ciudadanos españoles saben, o deberían saberlo, que la existencia de un Gobierno vasco de color socialista y la decisión y coraje con que Gobierno central afrontó la lucha contra ETA tras el atentado de la T4 en Barajas han sido determinantes para el cese del terror en Euskadi. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.