domingo, 28 de diciembre de 2008

RELATIVIDAD DE LA JUSTICIA

Albert Einstein afirmaba que el concepto de la relatividad es muy sencillo ya que, cualquiera sea nuestra posición o estado de movimiento está regido por las mismas leyes fundamentales de la física. Sin embargo, como se aprecia en uno de famosos ejemplos, si arrojamos una pelota desde un tren; el que viaja en éste y el que está en el andén percibirán su caída de modo distinto. Aunque parezca absurdo, la justicia también parece percibirse de un modo distinto para quien ocupe un lugar u otro dentro del orden social.
El maestro Mo, filósofo chino que vivió entre los siglos V y IV a.C., escribió en su Política del amor universal que «si alguien entra en huerto ajeno y roba melocotones o ciruelas, todos cuantos se han enterado lo reprueban. Y, si el gobernante es informado de ello, le castiga. ¿Por qué? Porque se ha beneficiado a sí, perjudicando al vecino. Si lo que ha robado a sido un perro, un cerdo, una gallina o un lechoncito, su injusticia es mayor que la de haber entrado en el huerto y robado melocotones o ciruelas. ¿Por qué? Porque el mal causado al prójimo ha sido más cuantioso y mayor la falta contra la caridad y su delito más grave [...] Los reyes que gobiernan el mundo lo saben y lo reprueban calificándolo de injusticia. Pero una cosa mucho mayor, el atacar a otro estado no lo reconocen por malo sino que lo alaban y lo juzgan justo. ¿Se puede llamar a esto saber distinguir la justicia de la injusticia? Asesinar a uno se califica de injusticia e, indefectiblemente, se castiga con la muerte. Según esto, matar a diez será un crimen diez veces mayor y merecerá ser castigado con diez penas capitales. [...]. Ahora bien, al tratarse de una injusticia mucho mayor, la de atacar a otro estado, no lo reconocen por malo, sino que lo elogian y lo juzgan una acción justa. En verdad, ignoran que sea una injusticia y escriben sus hazañas guerreras en memoria para las generaciones futuras.».
Hace unos días, los jueces españoles y los iraquíes parecían estar debatiendo el mismo dilema de percepción. Unos acabaron multando con mil quinientos euros la negligencia de uno de los suyos que costó la vida a una niña, y los otros condenando con quince años de cárcel al periodista que tiró sus zapatos al jefe de estado que había invadido su país y al que nadie parece querer juzgar por los miles de muertos que ha causado su decisión.
[Imagen: Justicia, de Enric Jardí]

lunes, 22 de diciembre de 2008

¡ADIÓS, POETA!

El 21 de diciembre murió en Barcelona el poeta José Luis Giménez-Frontín. Tenía sesenta y cinco años, por lo que bien puede decirse que lo sorprendió la muerte. Siempre he creído que los poetas tienen como tales una responsabilidad civil y en este caso la cumplió cabalmente a través de la ACEC (Asociación Colegial de Escritores de Cataluña).
Además de compartir poética, fue en esta institución donde coincidimos de un modo pleno en el propósito de lograr la visibilidad de los traductores y hacer efectiva la defensa de los derechos de autor. En este sentido, su sensatez y su tolerancia fueron factores decisivos para el buen desarrollo de unas fructíferas negociaciones con el Gremi d'Editors de Catalunya de las que saldrán nuevos modelos de contratos y una comisión de arbitraje y seguimiento. Podría hablar de su producción poética, narrativa, ensayística y memorialista, a la que aportó su reciente Los años contados, pero prefiero destacar esta otra faceta que completa su perfil de hombre tan visceral como noble en la consecución de una sociedad más justa y libre.
El dinamismo cultural y gremial de la ACEC debe mucho a la personalidad de Giménez-Frontín, quien buscó que quienes le acompañaban en ella le ayudaran a impulsar los objetivos comunes a creadores y traductores superando con tolerancia y sentido común los obstáculos e incomprensiones de políticas escasamente generosas, por no decir mezquinas, desarrolladas por los centros de poder. Su espíritu y su legado seguirán vivos en la actividad de esta institución que amó tanto y en el corazón de aquellos que sintieron la verdad de sus gestos. ¡Adiós, poeta!
[Imagen. José Luis Giménez-Frontín visto por Carme Esteve]

miércoles, 17 de diciembre de 2008

EL PERRO, EL ZAPATO Y BUSH


George W. Bush, el presidente de EE.UU. que el 9 de marzo de 2003 dio la orden de invadir Iraq con el pretexto de combatir el terrorismo y al margen del derecho internacional y sin la autorización de la ONU, viajó a este país para despedirse ante su inminente relevo en el cargo. Durante la rueda de prensa, un periodista iraquí le lanzó sus dos zapatos al tiempo que le gritaba «perro». Más allá de la manifiesta indignación del periodista local, compartida por no pocos de sus compatriotas y de gran parte de la comunidad internacional a los que el presidente estadounidense violentó y despreció, el gesto tiene un alcance simbólico mayor.

Bush representa a un grupo de poder económico y político que ha llevado el mundo a una situación crítica al alterar con su política irresponsable los equilibrios geoestratégicos del planeta, radicalizar el terrorismo, extremar la pobreza y amparar una doctrina económica que ha falseado la realidad y fomentado la corrupción como conducta natural del modo de vida occidental. En este contexto, la impunidad con que la poderosa secta que representa ha quebrantado las leyes y conculcado los derechos humanos, hasta el punto de crear espacios geográficos francos fuera de la ley donde la tortura es «legítima», ha acabado por socavar la autoridad moral del país más poderoso del planeta y, hasta no hace mucho, paladín de la democracia y la libertad. El zapatazo a Bush representa así una demostración de la pérdida del respeto por parte de la ciudadanía mundial víctima de la villanía no sólo a un hombre torpe sino a un país cuyo liderazgo depende tanto de su poderío económico y militar como de su capital ético y cultural.

martes, 9 de diciembre de 2008

DERECHOS HUMANOS

Bien puedo decir que soy hijo y superviviente de la esperanza. El 10 de diciembre de 1948 -tenía yo entonces tres años-, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Después de dos guerras mundiales y muchas zonas del mundo colonizadas esta declaración suponía poner como piedra angular de la civilización el valor de la vida y la dignidad de las personas.

Sesenta años más tarde, puede constatarse que los avances han sido notables en el territorio de las conciencias, pero insuficientes en el plano institucional. Basta una somera información del estado del mundo y la persistencia en él del uso de la guerra como vía de solución de los conflictos internacionales y de la intolerancia religiosa, política, social, sexual y étnica, para constatar la conculcación de los principios de tan hermosa declaración. Basta ver la violencia social que se manifiesta en las relaciones de pareja, en la vida escolar y vecinal, para saber cuanto falta aún por hacer. Un aún falta entorpecido más todavía por las rémoras totalitarias de algunos grandes países, como China, Rusia, Irán, Zimbabue, etc., y la deriva reaccionaria de otros, como EE.UU. que han procurado legitimar la tortura como arma de lucha contra el terrorismo ante la bulliciosa pasividad de las civilizadas naciones europeas.

La fuerza de la esperanza por un mundo más justo y respetuoso de la condición humana y de su hábitat se concentra en grandes organizaciones, como, entre otras, la Human Righs Watch y Aministía Internacional, a la cual mi familia y yo le debemos el rescate del horror vigente en una Argentina de los años setenta, donde los derechos humanos no eran ni derechos ni humanos, como pretendió la propaganda de la junta militar que gobernó el país entre 1976 y 1982.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

EL ÚLTIMO OREJÓN EDITORIAL DEL TARRO

Barcelona es considerada la capital mundial de la edición en lengua castellana. Esto significa que la industria editorial española, concentrada en la capital catalana y en Madrid, constituye uno de los principales motores de la economía nacional. Sin embargo, esta situación no tiene su correlato en el statu de sus trabajadores, el cual es equivalente al de un obrero del siglo XVIII. Encuadrados como autónomos y en muchos casos ni eso, redactores, maquetistas, correctores, diseñadores gráficos, ilustradores, etc., no sólo deben afrontar el pago particular de sus impuestos y de los gastos ocasionados por el desempeño de su tarea, sino soportar la presión que supone la avidez económica de los grandes grupos editoriales y de sus brazos extensibles, los llamados packagers, que abarata sus retribuciones y escamotea sus derechos de autor. Días pasados, un grupo de trabajadores del sector, profundamente afectados por una situación que va más allá de los efectos inmediatos de la inefable crisis, publicó en el diario El País una carta cuyos párrafos finales transcribo y suscribo:

«Desde mediados de los años noventa, las tarifas se han estancado nominalmente e incluso se han reducido a veces. Obsesionados por la reducción de costes, al parecer función ineludible de los ejecutivos para mantenerse en el cargo, las grandes editoriales han impuesto presupuestos de realización cada vez más raquíticos, lo cual repercute directamente en la retribución de los autónomos. Diversas causas refuerzan esta tendencia: proliferación de packagers e intermediarios, ausencia de una asociación defensora de nuestros intereses(*), miedo a quedarse sin trabajo si no se aceptan las condiciones dictadas, actividad menguante. Últimamente, presionados por sus clientes, muchos packagers ya no se atienen, como solía ser costumbre, a una tabla de tarifas por tipo de trabajo. Cual jornaleros del campo aguardando la buena voluntad del cacique local, debemos participar en una especie de subasta a la baja para conseguir un encargo».

(*) Si bien es cierto que no existe una asociación que englobe a todos los trabajadores del sector y que los sindicatos no parezcan muy preocupados por ellos, cabe apuntar que la ACEC -Asociación Colegial de Escritores de Cataluña- y la AELC -Asociació d'Escriptors en Llengua Catalana- negocian con el Gremi d'Editors de Catalunya nuevos modelos de contratos para escritores, redactores y traductores y la creación de una comisión paritaria de seguimiento de los mismos y de resolución de los conflictos que surjan entre trabajadores y editores. La entrada en vigor de estos modelos de contratos está prevista para el año 2009. No obstante, esta aclaración no invalida el cuadro de situación antedicho.
[Imagen, Huidobro, La Jornada Semanal]

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

El confinamiento obligado por la pandemia que azota al mundo obliga más que nunca a apelar a la responsabilidad. Los medios de comunicación...