
Además de compartir poética, fue en esta institución donde coincidimos de un modo pleno en el propósito de lograr la visibilidad de los traductores y hacer efectiva la defensa de los derechos de autor. En este sentido, su sensatez y su tolerancia fueron factores decisivos para el buen desarrollo de unas fructíferas negociaciones con el Gremi d'Editors de Catalunya de las que saldrán nuevos modelos de contratos y una comisión de arbitraje y seguimiento. Podría hablar de su producción poética, narrativa, ensayística y memorialista, a la que aportó su reciente Los años contados, pero prefiero destacar esta otra faceta que completa su perfil de hombre tan visceral como noble en la consecución de una sociedad más justa y libre.
El dinamismo cultural y gremial de la ACEC debe mucho a la personalidad de Giménez-Frontín, quien buscó que quienes le acompañaban en ella le ayudaran a impulsar los objetivos comunes a creadores y traductores superando con tolerancia y sentido común los obstáculos e incomprensiones de políticas escasamente generosas, por no decir mezquinas, desarrolladas por los centros de poder. Su espíritu y su legado seguirán vivos en la actividad de esta institución que amó tanto y en el corazón de aquellos que sintieron la verdad de sus gestos. ¡Adiós, poeta!
[Imagen. José Luis Giménez-Frontín visto por Carme Esteve]