viernes, 20 de mayo de 2011

CIUDADANOS INDIGNADOS

El Movimiento 15-M ha entrado en la campaña electoral como un elefante en un bazar. Su soporte y cohesión es la indignación ante la crisis económica, el anquilosamiento de los partidos políticos y de los sindicatos, y un profundo sentimiento de injusticia que los (nos) hace ver como forzados deudores de los platos rotos.

Si bien muchos analistas afirman que la, para el sistema, sorprendente movilización ciudadana comenzó con la rebelión de Islandia o se inspiró en el popular panfleto ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, lo cierto es que el origen de esta toma de conciencia y cambio de actitud de los jóvenes -principales víctimas del desempleo y la carencia de un horizonte vital- está en el hogar. Está en esos padres que, mientras pudieron, hospedaron y financiaron a sus hijos, incluso con sus volátiles parejas, en sus casas y en sus mesas. Pero ahora, gran parte de esa generación bien preparada, a la que también parece haberse sumado los llamados nini [ni estudia ni trabaja], ha salido por fin a la calle con un ideario claro, que deja atrás su pasotismo y trasciende la cómoda ideología pequeño burguesa de sofá y playstation o la amable aceptación del «mileurismo».
De pronto gran parte de la población ahora se entera de que sus jóvenes también pensaban y de que cuando sus padres han empezado a perder sus casas y sus salarios no alcanzan para alimentarlos; mientras la corrupción no hace mella en la caras de los candidatos que han de votar -se calcula que los sobornos han provocado un agujero de 1.700 millones de dólares en las arcas públicas-; mientras el Gobierno carece de fuerzas para mantener las políticas sociales o soportar la presión de los grupos de poder económico-financiero; mientras los culpables de las políticas ultraliberales que están en el origen de esta crisis y sus guerras -banqueros, especuladores, políticos corruptos, etc.- se jactan de sus sueldos y ganancias, estos jóvenes se despiertan de su sueño anodino y salen a la calle a cambiar el mundo.
Pues sí, los jóvenes cómodos pensaban y ahora, quizás con algún retraso, están allí exigiendo  democracia real y la preservación del estado social. Un estado amenazado por el poder económico y financiero que ha elevado a los altares al mercado y ha puesto en peligro los grandes logros del estado de bienestar y los cimientos mismos de la civilización.
Cabe esperar que el Movimiento 15-M no sea un brote de primavera y que, no sólo haga sentir su peso en las urnas, sino que tenga el aliento suficiente como para obligar a la izquierda -partidos y sindicatos- a volver a su activismo transformador (¿revolucionario?) de la sociedad y advertir a la derecha cavernaria de que ya no le será tan fácil campear en la corrupción y sus políticas antisociales.

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

El confinamiento obligado por la pandemia que azota al mundo obliga más que nunca a apelar a la responsabilidad. Los medios de comunicación...