Con tanta indignación en la calle, con tanta algara juvenil y spanish revolution contra los banqueros, los políticos corruptos, desleales, xenófobos, homófobos, mentirosos y cavernícolas, resulta que el pueblo español en legítimo ejercicio de su voto les da la victoria a éstos. A quienes mejor encarnan los intereses del sistema. Ahora tienen el aplauso de la mayoría ¿También el de los jóvenes indignados?
Además de Valencia, Castellón y Madrid, otras comunidades y capitales han sido convertidas en feudos de la derecha troglodita por la mayoría de ciudadanos, acaso como premio por la eficaz gestión que sus gobiernos han hecho de la corrupción a gran escala, de la política que contribuyó sobremanera a la crisis que ahora pagamos todos y del infame uso del terrorismo. ¡Qué estulticia! ¡Qué decepción! ¡Qué asco! Me pregunto si los españoles creen realmente que este es el camino para recuperar la democracia secuestrada por el mercado y el poder económico; si es esta la vía para salvar el Estado social y devolver la ética a la vida pública. Y, como si tamaño despropósito fuera poco, hay que aceptar democráticamente el resultado. La náusea. La náusea.