El 25 de noviembre ha sido declarado Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Con este motivo, Telefono Donna, una ONG italiana, ha iniciado una campaña de concienciación sobre las consecuencias del machismo con un cartel en el que aparece una mujer evocando al Cristo crucificado rubricada con la leyenda: ¿Quién paga los pegados del hombre?.
Ninguna persona -hombre o mujer- que se considere civilizada, ni tampoco aquella que se tenga por verdaderamente cristiana, puede reprochar nada a esta imagen. Jesús, considerado por los creyentes, como el redentor de los pecados del género humano, habría estado de acuerdo. Fue él quien defendió a la adúltera impidiendo su lapidación, comprendió a la samaritana y a la prostituta, y dio a la mujer un trato y una consideración que hasta entonces resultaba chocante. Cuando las mujeres lo perfuman y lo ungen con aceite no lo hacen por servilismo, sino por gratitud y es también amor nacido de este sentimiento el que las lleva a llorarle al pie de la cruz.
Sin embargo, una vez más la Iglesia católica alza su voz para condenar la «herejía» de las víctimas antes que los actos de los victimarios. Un edil milanés ha acusado el cartel de blasfemo por «mostrar el símbolo de la cristiandad y afectar los sentimientos religiosos de los ciudadanos». ¿Qué ciudadanos son estos? ¿Los que maltratan a sus mujeres y luego se confiesan ? ¿Los que se golpean el pecho para que sus pegados les salgan gratis? Ateniéndonos a la leyenda, Jesús aceptó morir torturado para redimir a los seres humanos de sus pecados. Si esto es dogma de fe para los cristianos ¿creen de verdad que consideraría blasfemia que la imagen de su sacrificio adopte la forma femenina para denunciar un pecado tan grave como el maltrato a la mujer?