jueves, 6 de noviembre de 2008

LA CULTURA COMO MERCANCÍA


«El hombre civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una parte de seguridad», dice Sigmund Freud en su revelador ensayo El malestar en la cultura. Acaso en un intento de describir la etiología de ese malestar, Félix de Azúa apuntaba en un artículo (Cultos hasta la náusea, El País, 10/05/2008) que la cultura, que ha venido a sustituir a la religión en un mundo sin dioses, ha experimentado un brutal expansionismo. Este colonialismo cultural se traduce en la aplicación exagerada del término a diferentes áreas de actuación social -«cultura gastronómica», «cultura del botox», etc.-. que desvirtúa o corrompe su significación original del mismo modo como lo hicieron el comunismo y el fascismo con los términos «democracia popular» y «democracia orgánica». El agente causal de dicho expansionismo cultural es el sacrosanto «mercado», el cual aparece como territorio patrimonial del poder. Para éste la cultura reducida a mercancía opera como un eficaz instrumento de dominación y de destrucción de la política real.

Con esta instrumentalización de la cultura, el poder ha generado en las sociedades democráticas formas de actuación ciudadana, que dan carta de naturaleza a lo que Pierre Rosanvallon denomina contrademocracia, al tiempo que ha acelerado el vaciamiento de la cultura genuina protegiendo los intereses vinculados directamente a la producción mercantil y «liberando» a los valores intangibles o, para decirlo en palabras de Azúa, «no-mercancías».
De este modo se da la chocante paradoja de que, por ejemplo, en nombre de la propiedad intelectual el Estado protege los intereses de las «empresas culturales» -editoriales, discográficas, etc.- y deja desvalidos los intereses de los artistas -cantantes, compositores, escritores, poetas, etc.-. La paradoja es al mismo tiempo la trampa en la que caen muchos intelectuales izquierdistas, como cuando Saramago, Aute, Sabina, Sampedro, etc. se manifestaron en contra del pago de los derechos de autor por uso bibliotecario en nombre de la «cultura gratuita para el pueblo». ¿Qué cultura popular? ¿Qué pueblo?

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

El confinamiento obligado por la pandemia que azota al mundo obliga más que nunca a apelar a la responsabilidad. Los medios de comunicación...