jueves, 19 de febrero de 2009

RETÓRICA Y NEGOCIO DEL AMOR










En Verona, ciudad italiana donde se escenifican los amores de Romeo y Julieta, se ha hallado el -probablemente- más antiguo manual para escribir cartas de amor. Se trata, según el diario La Reppublica, de un pergamino del siglo XII escrito en latín y denominado Modi dictaminum que enseña a escribir todo tipo de cartas. Las de amor están en el capítulo 4. Como es de suponer, la retórica del amor resulta hiperbólica, florida y extremadamente cursi, con cosas del tipo «cuán profundamente te amo no podría expresarlo con palabras, ni aunque todos los miembros de mi cuerpo pudieran hablar» o «el perfume de tu amor no me negaría a escalar montes o a atravesar a nado mares, e incluso afrontar los peligros de la muerte».
En esta misma tradición retórica, a la que no son ajenas el amor cortés medieval y el amor romántico, se inscriben los textos amorosos que inundan el horizonte bloguero en un fantástico alarde de exhibicionismo sentimental. Sin embargo, lo que resulta chocante es la comercialización que se hace de este sentimiento, y consecuentemente su banalización, a través de múltiples canales de consumo. El espectro de esta retórica va desde la institucionalización mercantil de un día dedicado a los enamorados santificado por San Valentín hasta la descarga de «poemas de amor» a través de la red o su venta a través de móviles, para que el chico o la chica quede «como un poeta» con el objeto de su deseo amoroso. La cursilería es inofensiva en tanto forma parte del trato íntimo de las parejas, pero su exhibicionismo y su mercantilización resultan obscenos al tiempo que vacían de contenido a palabras a las que se les atribuye el carácter de sostén y fundamento de una relación amorosa. No es casualidad que Stewi, el personaje de la descarada serie Family Guy, suelte a modo de frase célebre que «no existe el amor...es una palabra de Madison Avenue inventada para vender cremas y coches».

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

El confinamiento obligado por la pandemia que azota al mundo obliga más que nunca a apelar a la responsabilidad. Los medios de comunicación...