lunes, 15 de noviembre de 2010

LA LENGUA DE LOS GATOS

Gala sacando la lengua (Foto: Beatriz Helbling)


Científicos estadounidenses del famoso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) han estudiado y sacado sorprendentes conclusiones sobre la mecánica de la lengua de los gatos. El informe elaborado, en el que aparecen otras lenguas, debería llamar la atención sobre los usos que hace el ser humano de su lengua.

Uno de los rasgos más evidentes y distintivos de un gato cuando bebe un líquido es su elegancia. Sin embargo, Roman Stocker y otros estudiosos del MIT dedicaron más de tres años a investigar la mecánica de esa elegancia, la cual radica fundamentalmente en la agilidad y en la velocidad con que el animal ejecuta sus movimientos. Tales cualidades no eran sin embargo suficientes para justificar la elegancia del gato, dado que por la misma causa serían elegantes los movimientos de la trompa del elefante y de los tentáculos del pulpo. La clave está en que el gato, que se vale de las fuerzas de la inercia y de la gravedad, utiliza su agilidad para curvar la lengua hacia atrás de modo que la superficie superior toca ligeramente el líquido, al que lleva a su boca con gran velocidad. A causa de esta velocidad el líquido forma  por inercia una columna y antes de que actúe la fuerza de gravedad, el gato cierra, traga y vuelve a abrir sus mandíbulas. El perro, por ejemplo,  recoge con la lengua el agua y se llena con ella la boca antes de tragar. Según el informe, aparecido en la revista Science, la velocidad de la lengua del gato es de un metro por segundo.
La noticia debería inspirar a los más diversos especialistas -sociólogos, lingüistas, antropólogos, académicos, maestros, periodistas, etc.- a hacer un estudio semejante al que han hecho los científicos del MIT, para saber qué está fallando en la mecánica de la lengua del ser humano para que corrompa con tal velocidad el idioma y haga más difícil la comunicación. A modo de ejemplo, en el habla o la escritura cotidiana se oye y se lee paradojal por paradójico; visionar por ver; sospechado por sospechoso; evacúa por evacua; mandatar por mandar; calificación por clasificación; precalentamiento por calentamiento; picaresca por picardía; enervado por enfurecido o nervioso; parricidio por filicidio o uxoricidio; prespectiva por perspectiva; dentrífico por dentífrico, etc. Esto sin contar los numerosos errores ortográficos y sintácticos que, por ejemplo, convierten la inflexión verbal (vaya) en una cartelera (valla), un portaequipaje (baca) en un animal (vaca) o una locución adverbial (sobre todo) en un abrigo (sobretodo).
¿En qué fallamos los hablantes? ¿En la velocidad, la gravedad, la inercia o la mecánica para no hablar con la elegancia con que el gato bebe?

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD

El confinamiento obligado por la pandemia que azota al mundo obliga más que nunca a apelar a la responsabilidad. Los medios de comunicación...