Un grupo de científicos estadounidenses de distintas universidades ha metido mano al sexo y al amor. Su propósito es conocer las íntimas reacciones químicas que intervienen en el sentimiento amoroso y la pulsión sexual. Sus resultados son llamativos, pero no dejan en claro si son dos cosas diferentes o dos caras de una sola.
Lo que han abordado los científicos no es el amor entendido como una de las formas de la identidad humana universal y que puede llamarse "amor al prójimo", sino como sentimiento de atracción física y espiritual que lleva a dos personas a buscar el íntimo abrazo y, en muchos casos, a mantenerlo durante largo tiempo. Pero, como el ser humano no deja de ser un animal racional, esa atracción que puede ser exclusivamente física se la sublima con la etiqueta del amor.
Ya sea sentimiento amoroso o pulsión sexual lo que habitualmente se llama amor, lo cierto es que, según informa el diario ABC, investigadores de la Universidad de Stanford han comprobado que las reacciones químicas que una u otra o ambas provocan que el cerebro secrete dopamina -hormona neurotransmisora que influye en el estado de ánimo- que tiene efectos calmantes y placenteros. El momento analgésico culminante es el del orgasmo, el cual, según Barry Komisaruk, de la Universidad de Nueva Jersey, además de conferir una mayor sensibilidad al tacto, puede disminuir, en el caso de las mujeres, hasta el 50% el dolor.
Por su parte, científicos de la universidad neoyorquina de Siracusa, han constatado la verdad sobre el amor a primera vista, el cual puede tardar un quinto de segundo en producirse. Para alcanzar una respuesta tan fulminante, las dos personas implicadas han activado al verse doce áreas de su cerebro que liberan la dichosa dopamina y otras sustancias euforizantes, como la oxitocina y la adrenalina. La jefa del equipo de esta Universidad es la doctora Stephanie Ortigue, curioso apellido que me recuerda que los hipocráticos griegos utilizaban para curar la impotencia masculina un ungüento a base de aceite y pimienta en polvo que fregaban con un manojo de ortigas en el pene y el ano del impotente.
En lo relativo a las diferencias entre géneros, los neurosiquiátras dan por cierta la creencia popular en que el hombre piensa más en el sexo que la mujer, la cual lo hace tres veces menos que aquél. Para justificar esta tendencia sostienen que la zona del cerebro masculino que activa la sexualidad es dos veces y media mayor que la zona equivalente del cerebro femenino. Esto viene también a confirmar el mito según el cual todos los hombres son hermafroditas, pues tienen el pene entre las piernas y el sexo femenino en la mente. También explica, según los resultados de una reciente encuesta realizada en España, que un tercio de los varones españoles requiera los servicios de una prostituta.