Según informa la prensa nacional, más de cien candidatos investigados por corrupción han sido incluidos por los partidos políticos en las listas electorales para las próximas elecciones españolas. La previsiones de las encuestas no reflejan pérdidas de votos significativas por este motivo. ¿Se ha convertido la corrupción en una virtud de la vida política?
La idea que tiene gran parte de la sociedad es que la política es sucia y que todos los políticos son corruptos. No es una idea que se corresponda con la realidad, pero la conducta más o menos tolerante de los partidos políticos frente a los casos de corrupción no contribuye a dar una imagen más fiel de la actividad política y de sus actores.
La ciudadanía se pregunta, por ejemplo, cómo es posible que el principal partido de la oposición, protagonista de los mayores casos de corrupción de la historia reciente de España, encabece las encuestas como presunto ganador de las próximas elecciones; cómo es posible que se juzgue por prevaricación al juez que investigaba la trama corrupta del llamado caso Gürtel, antes que a los políticos imputados por la misma.
Pero más allá de estas preguntas y de la conducta hipócrita de algunos partidos políticos, que osan presentar candidatos imputados en casos de corrupción bajo el salvoconducto de la presunción de inocencia olvidando que la mujer del César no sólo debe ser virtuosa sino también parecerlo, hay otra pregunta más inquietante: ¿cómo es posible que un ciudadano esté dispuesto a dar su voto a un candidato o a un partido tocado por la corrupción?
La respuesta podría ser que ese ciudadano quiera premiar la corrupción como «valor» en detrimento del trabajo y el esfuerzo para vivir mejor. Es decir, que esté convirtiendo al político corrupto en una proyección de sus propios deseos de enriquecimiento por el camino más corto. De ser así, estaríamos viviendo en una burbuja social corrupta de valores éticos cuyos estallidos -inmobiliario, financiero, especulativo, etc.- se han traducido en la mayor crisis económica tras la Segunda Guerra Mundial y cuyos efectos devastadores (desempleo, injusticias, inseguridad, guerras, etc.) parecen que continuarán por largo tiempo. A menos que el ciudadano empiece a reflexionar sobre su propia conducta individual.