Casi ¡mil millones! de personas padecen hambre en el mundo. De éstas 55 millones son niños, de los cuales 5 millones mueren antes de cumplir los cinco años. Tamaña tragedia podría evitarse. Bastaría con que cada uno de nosotros, los habitantes del llamado primer mundo, actuara. No se trata de caridad, sino de sensibilidad y responsabilidad. En sociedades donde la opulencia permite que se tiren cada hora toneladas de comida sobrante, la pasividad es inmoral.
La ONG Acción Contra el Hambre ha empredido una original campaña para concienciarnos de esta circunstancia e involucrando indirectamente en ella a Al Gore, ex vicepresidente de EE.UU., a quien debemos solicitarle su apoyo en pideseloaAlGore.org. La civilidad no consiste sólo en reciclar la basura, utilizar las papeleras, cuidar el mobiliario urbano, sino también evitar que las desigualdades sociales, tanto a escala local como planetaria, condenen irremediablemente a toda la humanidad. En este sentido, la lucha contra el hambre en el mundo, implica asimismo depurar tanto las aguas como las responsabilidades de quienes han abusado y abusan de sus situaciones de privilegio, como por ejemplo los promotores de la reciente guerra de Iraq, cuya factura estamos pagando, los comisionistas del petróleo y los tenedores salvajes del capital financiero. Como los criminales de guerra, éstos también deberían ser juzgados por delitos de lesa humanidad. El hambre en los países pobres y el desempleo y las penurias de los trabajadores en los países emergentes e industrializados son consecuencias de sus acciones inmorales.