Tras la caída de la URSS, las premisas del nuevo orden mundial fueron capitalizadas por las doctrinas monetaristas, cuyos primeros experimentos hegemónicos fueron ensayados en Chile con el golpe militar del general Pinochet, a fin de eliminar cualquier atisbo de oposición. Al mismo tiempo, la idea del mercado como máximo y único regulador de las actividades mercantiles fue globalizándose y dominando el imaginario económico con el FMI como principal promotor y ejecutor de tales doctrinas.
Obviamente, los países de economías dependientes -emergentes, según su lenguaje- fueron las primeras víctimas del nuevo imperialismo financiero. Las poblaciones de Indonesia, Tailandia y Argentina, por ejemplo, fueron brutalmente castigadas por las salvajes políticas del ultraliberalismo. Este último país vivió el drama del llamado «corralito», que pudo superar cuando su gobierno decidió romper con el FMI y afrontar una política más acomodada a su realidad.
Lo que el colapso bancario mundial [no puede hablarse de crisis económica, pues los problemas están localizados sólo en el flujo de capitales y no en otros campos, como el de la producción, aunque a la larga ésta bien puede verse afectada] pone de manifiesto es el fracaso del capitalismo ultraliberal y el erróneo papel de la clase política que lo legitimó con la sanción de leyes propicias.
Aparte de las graves consecuencias para el bienestar de la población trabajadora, la actual situación ha explotado bajo la línea de flotación del liderazgo político y económico de los EE.UU., cuyas políticas han colisionado con la esencia del sistema democrático y el ejercicio pleno de los derechos humanos.
No asistimos a la muerte del capitalismo, pero los estados democráticos a través de sus clases dirigentes han de legislar de modo que las actividades mercantiles -productivas y financieras- no afecten el estado de bienestar y actúen como minas antipersonas mutilando la paz mundial. Esta puede ser, tal vez, una gran oportunidad para fundar un nuevo orden internacional basado en la paz y la justicia social.