La huelga europea del 29-S ha sido convocada tarde y mal y ello ha creado no poca desorientación entre los ciudadanos acerca de sus verdaderos objetivos. Sin embargo, es necesaria.
No pocos, en España, creen que la huelga se hace contra la "crisis del capital", otros contra la reforma laboral impulsada por Rodríguez Zapatero e incluso contra su gobierno o como un pulso entre sindicatos y empresarios. En este río revuelto, los pescadores de siempre quieren sacar ganancias. El PP se proclama partido de los trabajadores y la Iglesia abandera "la vida" contra el ateísmo socialista.
A pesar de todo esto, la huelga es necesaria porque se presenta como una oportunidad para que los trabajadores -dependientes o autónomos-, aunque no tengan claro los objetivos, se sacudan el pequeño burgués que han gestado dentro de sí y así recuperen su conciencia de clase. De este modo estarán en condiciones de generar radicales cambios en las estructuras y estrategias de los sindicatos, cuyos dirigentes han acabado siendo blandos sparrings de los patronos.
La huelga es necesaria, porque puede ser el primer paso para cohesionar a la ciudadanía no contra el Gobierno, sino contra el poder de financieros y especuladores que, por encima de los Estados, han provocado guerras -la de Iraq, entre ellas- cuya factura estamos pagando, y hundido la economía mundial mediante, entre otros recursos, las hipotecas basuras, los precios del petróleo y de los alimentos básicos y el pretexto del terrorismo.
La huelga europea es necesaria porque puede ser el origen, aunque parezca utópico, de un movimiento mundial orientado a recuperar la soberanía ciudadana para generar sistemas de gobierno más justos a la hora de repartir las riquezas y más comprometidos en la lucha contra la violencia y la corrupción. Vale la pena perder un día de salario, los que aún lo tengan, antes que seguir hipotecados a un poder que cada día que pasa devora derechos laborales y conquistas sociales.