¿Qué legitimidad pueden tener las ideas de quienes necesitan de la violencia y el terror para hacerlas valer en un estado de derecho? ¿Qué soberbia arma su brazo para arrogarse la representatividad de la mayoría de los vascos? ¿Qué debilidad los guía que apuntan sus pistolas a la nuca de un humilde trabajador? ¿Qué rasgos de indignidad tienen sus rostros que necesitan encapucharse?
Todos los ciudadanos demócratas hemos de repudiar con nuestro voto la muerte de Isaías Carrasco; condenar con el sufragio su visceral estupidez. También, con el voto, anudar esas lenguas mezquinas hasta en su veneno, que aprovechan la ocasión para hacer política no contra ETA sino contra el Gobierno, como lo ha hecho ahora Esperanza Aguirre, o levantar calumnias, como José María Aznar y Martínez Pujalte, que han afirmado que los socialistas negocian con los terroristas.
Creo que votar masivamente el domingo de acuerdo a nuestras propias convicciones es la forma cívica de compartir con la mujer, Mariángeles, y los hijos de Isaías Carrasco su dolor. [La imagen de los terroristas siempre es pequeña]