Días atrás, Estados Unidos anunció el disparo de un misil para derribar un satélite incontrolado. El US 193, lanzado el 14 de diciembre de 2006, había empezado a caer a la Tierra portando combustible tóxico.
Desde que se lanzara el Sputnik en 1957 se han llevado a cabo cerca de 5.000 lanzamientos, cuyo ritmo actual es de 120 al año. Esto ha determinado que la basura espacial acumulada sea de unas 4.500 toneladas, situadas en distintas órbitas y con material radiactivo, que pende sobre la Tierra como una espada de Damocles. Según los científicos, si no se toman medidas, la basura espacial hará imposible salir al espacio exterior después de 2055.
El satélite espía US 193 no es la única chatarra espacial que amenaza caer a la Tierra con material tóxico. Sin embargo, el Pentágono, con el pretexto de «salvar» el mundo, ha aprovechado la circunstancia para exhibir su arsenal antimisiles y su poderío militar en el espacio. Cabe suponer que la operación es una respuesta a China, que en enero de 2007 destruyó también un satélite militar propio con un misil y que ahora se ha apresurado a protestar.
¿De qué sirve que millones de ciudadanos reciclen la basura hogareña y cuiden el medio ambiente si los gobiernos de las grandes potencias no hacen lo mismo con su propia basura?