El pasado 26 de febrero cuatro mujeres fueron asesinadas por sus parejas. El horror no está en la cifra sino en el impulso que lleva a ese individuo que violenta su condición humana rebajándola a la indignidad. No digo animalidad, porque los animales no asesinan. En todo caso matan para sobrevivir. Por esto ya no se trata sólo de hacer leyes o manifestarse en las calles, sino de asomarse al abismo. Mirar sin anteojeras el rostro del mal. Y retratarlo.
No creo en dioses o demonios, ni siquiera mirando a una mujer, como canta Nick Cave en esa bella canción que es Into my arms, ni tampoco en que el hombre sea un lobo para sí, como escribió Thomas Hobbes. Creo en la bondad, la belleza y la fuerza espiritual del ser humano –hombre y mujer, macho y hembra-, para ir más allá de ese mal que, cada día, cada instante, entorpece sus actos, oscurece la vida en el mundo. [Vídeo Where the wild roses grow. Nick Cave]