Contra la desesperanza levanto el vaso de Job,
La palabra en su corola de sangre que no abjura,
La obstinada presencia de la luz en la piedra tibia,
Para el que padece aún en la celda de su incomprensión,
Para el que tiene sed de fábulas marinas,
Y come, con el magro pan de la razón,
Las falsas hazañas que le venden.
Levanto el vaso de Job, incluso herido, traicionado,
Apestado, desposeído, sarnoso,
Levanto el vaso de Job y veo, por transparencia,
La semilla del fuego de la vida germinando
En el imposible páramo de la muerte,
Para el que gime y no sabe que existen consuelos,
Para que el que cree que sólo vuelan el azote y la culpa,
Mi vino procede de las celestes bodegas de la dicha,
Un sol de ancha sonrisa doró sus ondas
Y en cubas de constancia giró su alcohol.
De manos mejores que las mías lo recibí en herencia.
Contra la desesperanza digo que tú permaneces,
Maestro de constelaciones y elipses.
[El poema y la acuarela son del poeta Mario Satz]